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Pablo Ciprés Ara: “Quiero ser torero en Huesca”

Pablo Ciprés ha conseguido labrarse un futuro en el mundo del toro, primero como novillero y, después, como banderillero

Pablo Ciprés Ara.
Pablo Ciprés Ara.
S. E.

Con un padre árbitro de fútbol y varios tíos futbolistas profesionales, cuando Pablo Ciprés Ara (Huesca, 1965) llegó un día a casa y dijo que de mayor quería ser “torero en Huesca”, la sorpresa en la familia fue mayúscula. “En aquella época ser torero en esta ciudad era como decir que querías ser astronauta”, bromea el protagonista.

La perseverancia y el tiempo le dieron la razón. Pablo Ciprés ha conseguido labrarse un futuro en el mundo del toro, primero como novillero y, después de un paréntesis en el que estuvo a punto de cambiar el traje de luces por el de militar, como banderillero, desfilando en “todas las plazas de España” y con “las primeras figuras del toreo”, destaca.

“Los sueños, si los trabajas y los luchas, se cumplen”, afirma Pablo Ciprés, quien, después de años de banderillero, tuvo que retirarse por culpa de una lesión. “Vi que mis facultades ya no eran las óptimas para estar en las ferias, no tanto porque me pudiera coger a mí el toro, sino porque pudiera poner en peligro alguno de mis compañeros”.

Así, con su retiro de las plazas comenzó una nueva aventura en su ciudad natal, en la Escuela Taurina de Huesca. “Estaba un poco de capa caída y con mi amigo El Molinero (Ricardo Aguín), con quien empecé a ser banderillero, estamos muy ilusionados, luchando porque pueda haber otra vez matadores en Huesca, que ya tenemos dos, los hermanos Luna, pero sería estupendo que hubiera más”, afirma.

Cuando era niño, recuerda que era un orgulloso alumno del colegio San Vicente, que jugaba a fútbol y a “pitos” y que estaba “todo el día en la calle”, en el Perpetuo Socorro, a dónde se mudó con su familia cuando tenía seis años y donde están la mayor parte de los recuerdos de una infancia “muy feliz”. Era un barrio que “empezaba a crecer, de gente trabajadora, no había tantos coches y las madres nos llamaban desde las ventanas para ir a comer o a merendar, jugábamos en la calle sin ningún peligro”.

En 1978 se fundó la Peña Taurina de Huesca con el objetivo de crear una escuela taurina en la ciudad. “Tenían una becerra y los veinte o veinticinco niños del barrio íbamos allí a jugar, así empezó a gustarme el mundo del toro”. Cuando les dijo a sus padres sus pretensiones en casa no encontró oposición, “ni me animaban ni me quitaban la afición, pero cuando te pica este veneno, es complicado dejarlo ya”.

Comenzó como novillero en un momento en el que había “muchos festejos” en los pueblos de alrededor de Huesca, como Siétamo, Ibieca, Altorricón, Almudévar, Estadilla o Barbastro. “Era otra época, con menos burocracia y sin tantos problemas sanitarios”.

Después llegó la mili y descubrió una gran afición por el ejercicio militar, aunque no pudo ser profesional porque era “muy complicado entrar”, así que retomó su compromiso con el toro, hasta hoy, que es un orgulloso padre de tres hijos, casado y con “devoción por San Lorenzo y la Virgen de la Corona de Almudévar”. Costalero durante muchos años del paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno y ahora macero (capataz) de dicho paso.