Huesca

VIVIENDA

Impotencia al no poder desahuciar a unos morosos que han realquilado

Una pareja lleva casi dos años sin pagar a los propietarios y no les pueden entregar la
citación l desconocerse la dirección en la que viven ahora

No todo es un camino de rosas para los propietarios que deciden alquilar una vivienda.
No todo es un camino de rosas para los propietarios que deciden alquilar una vivienda.
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No todo es un camino de rosas para los propietarios de una vivienda que deciden alquilar, si bien es cierto que en la ciudad tener un piso arrendado suele generar ganancias, en algunas ocasiones desemboca en pérdidas, disgustos y mucha intranquilidad.

La tónica general es que los inquilinos paguen cada mes, puede que alguno se retrasen y cuiden el piso relativamente bien. Mención aparte merece su comportamiento en la comunidad y la relación con los vecinos.

De primeras, al firmar el contrato, todo son buenas intenciones, pero no siempre las cosas salen como estaba previsto.

Los propietarios de una vivienda de Huesca de poco más de 10 años de antigüedad decidieron “comprarla como inversión y ponerla en alquiler”. Sus últimos ocupantes llevan ya casi dos años produciéndoles desvelos, y pese a no pagar, no consiguen desahuciarlos, además saben por los vecinos que “ya no viven en el piso y que ahora reside gente nueva” a la que no conocen. Por todo ellos sienten “una absoluta impotencia”.

El origen de su pesadilla se remonta a 2021, cuando la inmobiliaria hizo la selección de posibles inquilinos y les propuso a una familia. “Era una pareja, ella estaba embarazada, tenían ya un niño y la madre de ella iba a vivir con ellos y también figuraba en el contrato”. A priori, agregan, “parecía una buena elección”.

Indican que se decantaron por ese perfil, “ya que anteriormente un grupo de estudiantes había dado problemas a la comunidad”, y querían evitar que la situación se repitiera.

Unos inquilinos molestos

El matrimonio ocupó el piso en agosto de 2021 y durante los primeros meses las cosas funcionaron aparentemente bien. “Se retrasaron en algún pago y al llamarles él alegó que era culpa del jefe y después ingresaban el dinero”, recuerdan.

Mientras, los vecinos del edificio empezaron a padecer diversas molestias. “Las discusiones entre ambos eran continuas, con insultos y amenazas que se escuchaban en todo el edificio; no respetaban las normas básicas de convivencia poniendo música a alta a cualquier hora y en la terraza se acumulaba la suciedad y las moscas”, relata una vecina.

Además, en varias ocasiones incluso optaron por llamar a la Policía “alertando de la gravedad de las peleas”, que matizan, “solía empezar ella con todo tipo de provocaciones”.

Un comportamiento que también se trasladó, añade, a las zonas comunes. “La plaza de garaje estaba, y todavía continúa, con numerosos objetos, restos de comida y trastos diversos, y además llegaron a aparcar el coche en una plaza que no les correspondía”.

Y continúa diciendo que “al poco de instalarse en el piso -un bajo- se empezó a ver como eran muchos los que se acercaban a una de las ventanas a pie de calle y hacían un rápido intercambio de algún tipo de producto con el inquilino”, en lo que tilda como “trapicheo de sustancias”.

La ley marca que en los contratos de alquiler, tras un 1 año si no hay cambios se hace una prórroga automática por 5 años. Los propietarios creen que no fue casualidad que “en julio de 2022 ya no pagaran”.

Y en ese momento empezó la pesadilla para los dueños, que únicamente han recibido la cuota “un mes ya que lo abonó el Ayuntamiento” y que desde entonces intentan recuperar la vivienda.

“Los altercados de la pareja fueron a más, ella lo denunció por malos tratos y por tanto entró en el programa de protección de mujeres”, y días más tarde, tras quedar en libertad, “los agentes volvieron a la vivienda por el tema de la droga y lo volvieron a detener”, añaden.

Sin noticias, ni explicaciones

Los propietarios intentaron contactar por la vía habitual, el WhatsApp, “mandando fotos de los recibos impagados”, y no recibieron respuesta, tampoco atendieron a las llamadas telefónicas... y en las únicas ocasiones que la inquilina dijo algo fue para pedir que “no la presionemos” y recordarles que “tenía dos hijos”.

Al ver que la situación no cambiaba, en enero de 2023 pusieron el asunto en manos de la justicia, denunciaron y “el siguiente paso era que se celebrara el juicio, se ejecutara la demanda de desahucio y se marcharan”, pero más de un año después “continúa pospuesto”.

En ese tiempo han apelado a la responsabilidad de la madre, “que se desentiende del tema”. La inquilina abandonó el piso pero no devolvió las llaves y “entra y sale gente distinta”, comentan lo vecinos y, “de vez en cuando viene ella a aparcar el coche”. Los nuevos residentes “han pinchado la luz de la comunidad”, y los vecinos lo han denunciado y además “causan molestias”.

Y el principal problema para poder llevar a cabo el desahucio, lamentan los dueños, “es que como no está en el piso no pueden hacerle llegar la carta con la citación”.