Opinión
Por
  • ENRIQUE SERBETO

Maduro, el usurpador provisional

Maduro, el usurpador provisional
Maduro, el usurpador provisional

A estas alturas, no se me ocurre ningún argumento para defender a Nicolás Maduro y a lo que queda de aquel experimento utópico llamado revolución bolivariana. Y créanme si les digo que conozco bien Venezuela y a los personajes directamente responsables de esta catástrofe. Más a Hugo Chavez que a su sucesor. Y, aunque no fuera el caso, los datos son abrumadores: en los últimos diez años la economía venezolana ha perdido un 70 % de su actividad. El país llegó a tener la cuarta renta per cápita del mundo y ahora está en el puesto 82. Prácticamente toda la población (el 87%) vive en la extrema pobreza -menos mal que el chavismo se proponía reducirla- y, como no puede comer lo suficiente, pierde peso, de media unos 11 kilos por persona el último año. Tres millones de ciudadanos, más o menos un 10% de sus habitantes, están huyendo del país para sobrevivir. Nicolás Maduro no es solo un inepto incapaz de gestionar siquiera una comunidad de vecinos, sino que además ha utilizado fullerías burdas e imposibles de disimular hasta el punto que ha destrozado el entramado constitucional que creó Hugo Chávez para que fuera muy difícil destronarle, porque ni así se podía sostener en el poder un tipo que dice que le hablan pajaritos o que viaja al futuro cuando le da la gana. De hecho, el enjuague legal que utilizó ha sido de tal calado que una mayoría de países, toda la UE entre ellos, ha dicho formalmente que su mandato es ilegítimo porque viene de unas elecciones claramente fraudulentas.

Por ello, la comparecencia del sábado del presidente del Gobierno me pareció un gesto indecente. No sé si se trata simplemente del peaje que le tiene que pagar a Podemos, uno de los injertos más célebres del chavismo o que en Bruselas las presiones de Rusia a través de alguno de los gobiernos que simpatizan con Vladimir Putin no le han dejado otro margen de maniobra. Aunque sea una impresión personal sin pruebas, yo creo que es más de lo primero que de lo segundo. En todo caso, Pedro Sánchez ha querido que parezca que esta idea insensata de darle a Maduro una semana para convocar elecciones libres partía de su iniciativa y a él se la tengo que atribuir. Y, en primer lugar, hay que preguntarle con qué autoridad puede convocar unas elecciones alguien a quien él mismo ha declarado como presidente no legítimo. ¿Acaso Sánchez considera que Maduro es un "usurpador provisional"? Si uno asume que el antiguo conductor de autobuses del bigote detenta ilegalmente su cargo, no hay más que discutir: según la Constitución venezolana, el presidente de la Asamblea Nacional debe asumir automáticamente la presidencia provisional y convocar él las elecciones. ¿Se imaginan qué pasaría si a Maduro se le ocurre recoger el guante de Sánchez y decir que sí, que convoca elecciones pasado mañana? ¿Darle otra vez la llave a un tipo que se traga los candados legales como si fueran galletas? ¿Alguien cree que los demócratas venezolanos podrían aceptar otra vez semejante situación?

A veces los dirigentes saben cosas que los demás ignoramos, tal vez esos ocho días son el plazo que han pedido los militares -que son los que tienen la clave de la situación- para organizarse. Lo ignoro. Pero tratándose de Sánchez, tiendo a pensar que lo único que tiene en la cabeza son los cálculos políticos más inmediatos. Y así el presidente del Gobierno ha hecho un flaco favor a los desdichados venezolanos, que están ocho días más lejos, si no más, de librarse del principal responsable de sus problemas. Lo que hubiera tenido que hacer Sánchez es reconocer a Juan Guaidó como presidente provisional. Y después convocar elecciones. Me refiero, naturalmente, a convocar cuanto antes elecciones. Pero en España.

eserbeto@gmail.com l