Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La ciencia, el regalo y el sirviente

Un gran referente del conocimiento, Albert Einstein, aclaraba que la mente intuitiva es un regalo sagrado mientras la mente racional es un fiel sirviente. Y, paradójicamente, agregaba, la sociedad honra al sirviente y se olvida del regalo. La intuición configura una de las habilidades intrínsecas del cerebro femenino, complementada por la capacidad analítica y el procesamiento de la información. Y, paradójicamente, siendo virtudes tan importantes para el desarrollo de la ciencia, a este terreno de juego siguen saltando todavía muchos más hombres que mujeres, por más que, efectivamente, la reversión de las cifras parece tan sólo cuestión de tiempo.

Esta brecha de género que revela que apenas el 40 por ciento de la investigación científica está en manos de mujeres y que se reduce a poco más del 20 % cuando hablamos del profesorado catedrático es la que incitó a Naciones Unidas a la celebración del Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

El primigenio sentido de esta sensibilización es el de reforzar las vocaciones en los sectores de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, las denominadas profesiones STEM -por sus siglas en inglés-, convencidos como estamos -o debiéramos estarlo- todos de las condiciones que atesoran las mujeres y las niñas para emular a las eximias científicas, tecnólogas, ingenieras y matemáticas que han cambiado la percepción del mundo con sus investigaciones, sus divulgaciones, sus desarrollos y sus innovaciones. Apostar por la igualdad en este ámbito representa, más allá de una cuestión de justicia, la consciencia de que la complementariedad y la universalización de las oportunidades favorecerá la transformación de la humanidad a través de la contribución de todos a un planeta mejor. Un buen regalo.