Opinión
Por
  • JOSÉ RAMÓN VILLOBAS SESÉ

Contaminación lumínica

En mi infancia y juventud pasaba los veranos en Sasa del Abadiado. Uno de los momentos más gratos del día era salir a tomar el sereno después de cenar. Íbamos a sendos poyos, bancos de piedra, que flanqueaban la puerta de la casa vecina. Bajaban sus dueños un par de sillas. Se agregaba alguna otra persona y la conversación salía espontánea. Yo, como zagal, escuchaba y aprendía. A lo mejor haría preguntas, pues recibí por entonces el apodo de "preguntón". Callado, me dedicaba a contemplar estrellas y a sembrar entre ellas mi pequeña imaginación.

¡Noches de estrellas en Sasa! El pueblo alcanzaba el apogeo de vecinos. No había ni luz en las calles ni agua corriente en las casas. Instalaron ambas comodidades cuando al menos medio pueblo había emigrado. Y mermado más el pueblo y sin casi críos que alegraran la vida, les regalaron una piscina. Años más tarde en Huesca, recordando las noches estrelladas del pueblo me dio una noche por mirar al cielo y observar los brillantes de platino. Mi decepción fue tremenda. Apenas conté media docena. He perdido mucha visión- me dije-. Era cierto que la había perdido, pero no para tanto.

Al cabo de otros cuantos años, salí una tarde de la ciudad con la intención de ir a una huerta a unos 5 km. Se hizo de noche y, ¡oh maravilla!, volví a ver todas las estrellas, la Vía Láctea, constelaciones… como en Sasa. ¡Milagro y alegría del corazón! Pero ahora por culpa de un tramo de autovía iluminado, tampoco se pueden divisar los miles de estrellas desde ese lugar.

¿Adónde tendré que ir para verlas En el Reino Unido un 75% del territorio está contaminado por luz artificial. Luz, antiluz. Duelo de luces. Cualquiera esperaría que ganara la luz natural, primera desde muchísimos siglos. No ocurre así... Se impone la artificial. Únicamente asoman el Sol y la Luna porque aparecen grandes y están a tiro de misil. Os veré… Os veré en África, el continente doblemente negro.

Abraham por mandato de Dios trató de contar las estrellas y se le agotaron los números. Los egipcios construyeron las pirámides con el metro, o posicionamiento de las estrellas.

Mirar las estrellas fugaces y fijas. Tener altitud de miras. Relajarse en el mar de una noche estrellada.

Los malos aman la oscuridad y odian la luz. Y porque no saben vivir en sociedad, los vigilantes nos dejan encendidas las bombillas por la noche. En cambio, a los que nos esforzamos por ser honestos nos premian privándonos de contemplar el deslumbrante mantón estrellado. ¡Oh estrellas mías! Día y noche siento vuestro parpadear en mis pupilas.