Opinión
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  • Diario del Altoaragón

El "procés" y el padre de la Constitución

En la última comparecencia en el Congreso, José Pedro Pérez Llorca consideró con su tono comedido que habría que limpiar la atmósfera porque detectaba en el ambiente mucha ira. Ya se sabe que en la Transición una de las canciones predilectas de los españoles era la de "Libertad sin ira". Los "padres de la Constitución" están dotados de una legitimidad que les otorga la elevación que, desafiando al vértigo, se impusieron para comprobar que, más allá de las miserias terrenales, de los odios, de los revanchismos, las venganzas y los supremacismos, existe un gran número de ciudadanos deseosos de desfilar por la vida en la senda de la concordia, de una convivencia con la que sumar para multiplicar, con la que construir incluso pasando por encima de quienes prefieren destruir.

El fallecimiento del que fuera, consecuentemente, uno de los inspiradores y redactores del marco que ha propiciado décadas de prosperidad y de libertad coincide con una de las coyunturas institucionales más delicadas de la historia reciente en nuestro país. Una situación, la del juicio por el "procés", que demuestra los pésimos efectos que provienen de la abyecta y estúpida idea de dividir y confrontar territorios con el Estado y regiones entre sí. En los últimos días, la irrupción de la parte "técnica" del dispositivo para impedir la conculcación de la ley en Cataluña el 1 de octubre ha desmontado las medias verdades y las mentiras irresponsables de quienes impulsaron aquella intentona de resquebrajar un Estado con siglos de historia y con cuarenta años de democracia. Las vistas constatan que, como dejaron previsto los padres de la constitución, todos los acusados en los tribunales gozan de todas las garantías y, a su vez, se ven sometidos al imperio de la ley, que, al final, es un instrumento insoslayable. Así está sellado.