Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Construcción, un sector que necesitamos

Hace apenas una década, concebir nuestro país sin la pujanza económica de la que era definida como "la locomotora" resultaba absolutamente impensable. Cierto es que existía una inflación desmesurada que propiciaba, de hecho, la desconfianza de Europa, y es que España edificaba vivienda al ritmo de los tres países más poderosos de la Unión juntos, lo que indicaba que estábamos ante un panorama ficticio que tenía su reflejo en algunos indicadores como los precios, los tipos de interés, el coste de los suelos y otros materiales e incluso la carencia de profesionales cualificados. El mazazo de la crisis agudizó una incontenida impopularidad hacia unas empresas que, más allá de algunos comportamientos poco éticos, fueron mucho más víctimas que verdugos.

Decir que la hecatombe de la construcción se atiene a una normalización tiene, de fondo, un punto de revanchismo hacia una actividad que ha sido arrastrada y se ha visto impedida para ejercer el papel dinamizador que siempre tuvo. Fue la tormenta perfecta, con desplomes de la vivienda y de la obra pública. Ahora, la Federación oscense ha puesto de manifiesto la lentitud exasperante en la recuperación, a pesar de que porcentualmente los últimos años han sido de crecimiento. Pero, para dar una idea de la dificultad extrema en que se desenvuelve, se construyen 584 nuevas, la décima parte que en 2006, cuando un cierto equilibrio estaría en las 1.500, mientras la licitación pública cayó a la mitad respecto a 2017. Doce años después, se han perdido un 60 % de los empleos, la demanda se frena por la limitación del poder adquisitivo y, paradójicamente, la escasez de trabajadores preparados para sostener el sector sigue resultando un -uno más- freno cuando la economía española lo sigue necesitando. Y mucho.