Opinión
Por
  • ANTONIO NADAL PERÍA

Carne de perro

En algunas regiones de España hay más perros que niños. En Asturias había 163.000 perros registrados frente a 150.000 menores de 20 años a fecha de 2018. Teniendo en cuenta que todos los perros no están registrados, la diferencia aún es mayor en la realidad. En la Rioja hay registrados 58.400 perros, 300 más que niños. La excusa es que cuidar a un perro es más sencillo y da menos problemas que cuidar a niños, lo que demuestra que la juventud actual es muy acomodaticia y poco previsora sobre el futuro. Los perros no cotizarán para que ellos tengan el día de mañana una jubilación digna y unos cuidados adecuados a sus necesidades. Que es muy caro mantener a un niño es una excusa en estos tiempos en los que se quiere vivir bien por encima de todo, cuando antaño se disponía de menos medios económicos pero se tenían más hijos. También el número de cerdos supera a la población humana española, 50 millones de cabezas por 46,5 millones de humanos. Pero el cerdo es un medio de producción del que viven miles de personas y proporciona buena alimentación para el consumo humano. En nuestro país no comemos perro como en Vietnam, Corea del Sur, Hawái, China, Tahití, Alaska, Canadá y, aunque parezca mentira, Suiza, en donde se consume carne de perros Rottweiler, pero la regulación gubernamental indica que deben matarse de forma humana ( ), sin provocarles sufrimiento innecesario. Creo que la noticia o la regulación gubernamental confunde humana con humanitaria, que no es lo mismo. En España lo más parecido a perro que comemos son los "perritos calientes", salchichas de cerdo, pavo o pollo servidas en pan tierno con mostaza y kétchup a manera de bocadillo, alimento exportado de Alemania a Estados Unidos y convertido allí en comida callejera muy popular entre la clase media. En España no comemos carne de perro conscientemente, pero no creo que sea peor que la de cerdo. Quienes han probado la carne de perro dicen que es de sabor intenso, aroma penetrante y textura correosa, un manjar para los surcoreanos, entre otros habitantes de este mundo, que la prefieren a la ternera o al cerdo. Comer carne de un animal o de otro depende de la tradición, la costumbre y la cultura. Lo que repugna en unos países agrada en otros y viceversa.