Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Una puesta en valor que necesita una marca

El Congreso Hecho en los Pirineos, como todo encuentro colectivo, representa una excelente oportunidad para sumar las aportaciones individuales para convertirlas en un producto colectivo y, sin perder diversidades, confluir en una identidad capaz de traspasar cualquier barrera e instalarse allá donde, incluso, pensáramos que era inalcanzable. La puesta en valor de la cocina y la gastronomía -entiéndase la diferenciación-, incorporando conceptos nutricios saludables, sostenibles y sociales, va mucho más allá de unas elaboraciones, unas recetas, unas materias primas o unas transformaciones. Por definición, nos hallamos ante la dicotomía entre el conformismo de una realidad atomizada y, por tanto, de corto alcance, y la coordinación a través de una cooperación creativa y, consecuentemente, fructífera. Es legítimo, aunque estéril, sostener las visiones en corta y en baja onda, porque a la hora de emprender proyectos ambiciosos resulta imprescindible e irrenunciable apostar con firmeza y con generosidad. Elevar el punto de mira del horizonte para, juntos, estirar el objetivo y proyectarse hacia el futuro.

Un congreso que se precie tiene obligatoriamente que trascender. Y hacerlo con unas conclusiones ambiciosas. Y perpetuarse a través de contactos y de confluencias de voluntades. Y acariciar hasta aprehender los frutos de la colaboración para que sus profesionales eleven su calidad y su capacidad. Los Pirineos tienen unas condiciones intrínsecamente soberbias para ser referenciales en el panorama gastronómico internacional, que además se acrecientan si la suma de dos se convierte en multiplicación... y en simplificación a través de una marca poderosa. Una, sólo una, para competir en la inmensidad de la globalización. Ahí radica el porvenir. Ahora, elijamos.