Opinión
Por
  • ENRIQUE SERBETO

El menú de Theresa May

El menú de Theresa May
El menú de Theresa May

El jueves se reunieron en Bruselas los dirigentes de los países de la Unión Europea. Tenían previsto empezar ocupándose del Brexit y para ello escucharon primero a la británica Theresa May, que ya les había dicho en una carta enviada la víspera que, como no ha podido lograr que el Parlamento apruebe el Tratado de Retirada, necesitaba que le concedan una prórroga para evitar que el viernes que viene se hubiera producido la desconexión tajante de su país. Una vez que dijo lo que tenía que decir, May salió de la sala de reuniones porque en este trámite solo pueden opinar los demás, los que han decidido quedarse en la UE. Ya hace más de dos años de aquel desastroso referéndum y May, que hizo campaña contra el Brexit, ha tenido que pasar ya varias veces por este trámite de abandonar la reunión en la que los jefes de los otros 27 países deciden qué hacen con el suyo.

Pero, en esta ocasión, la discusión se alargó más de lo previsto. May esperaba sola en las oficinas de la delegación británica, tratando de enterarse de cómo iba la discusión como si fuera uno de los tantísimos periodistas que estábamos dos pisos más abajo. Es muy difícil asumir intelectualmente que estás esforzándote para salir de esa sala porque tienes que asumir qué es lo que le conviene a tu país después del referéndum, cuando en estas horas de espera deduces indudablemente que lo más inteligente sería lo contrario, es decir, esforzarte por poder seguir participando en las grandes decisiones que afectan a todos y que se toman en la mesa de la que tú tienes que querer levantarte.

Anteayer mismo hubo cientos de miles de personas que participaron en una manifestación impresionante en Londres diciendo, como un grito desesperado, que no quieren perder las ventajas de ser europeos. A la hora en que estaba escribiendo estas líneas, había más de cuatro millones y medio de firmas en la página web del Parlamento Británico pidiendo que se anule el Brexit. Hace falta tener un nervio mental de uranio empobrecido para seguir remando contra corriente de este modo, además en ese pantano fangoso en que se ha convertido la política británica. Si estuviera en el pellejo de May  -¡Dios no lo quiera!-, no se me ocurre otra cosa que darle las riendas del gobierno a alguno de los que engañaron a los votantes del referéndum diciendo que el Brexit sería maravilloso, a ver cómo se las arreglaba con sus propias promesas.

Pero el poder, me refiero a la sensación de tenerlo, debe ser algo tan adictivo que para May es más importante que nada. Mientras pueda ser primera ministra, no hay más objetivo que serlo, aunque tal vez no pensaba en eso cuando le vinieron a decir que la discusión de los demás jefes se estaba alargando y que ellos habían decidido prolongarla durante la cena. Según el programa, en esa cena se debía haber hablado sobre las espinosas relaciones estratégicas con China, y ella hubiera participado normalmente en la discusión, pero dado que tenían que seguir con el Brexit, debía seguir fuera. Los funcionarios le ofrecieron, al menos, el mismo menú que se había preparado para los demás. Pero ella lo rechazó y se hizo traer comida del exterior. No me han contado qué pidió, pero imagino que se le acabó amargando la cena.