Opinión
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La gran paradoja de los trasplantes

Ser el primera país del mundo en número de trasplante y no liderar los grandes proyectos de investigación no sólo constituye una paradoja, sino además una amenaza al indicador líder. Significa que, efectivamente, la concienciación de los donantes es admirable, tanto como la profesionalidad del personal que se dedica a una faceta de la medicina no sólo asombrosa, sino lindante con el milagro. Pero, a su vez, introduce las incertidumbres sobre la sostenibilidad de este sistema, tal y como expuso ayer la directora de la Organización Nacional de Trasplantes, Beatriz Domínguez-Gil, quien demandó la adecuación de los recursos humanos y materiales para eludir una "quiebra" que en estos momentos ya atisba en determinados campos.

La celebración del Día Mundial del Trasplante fue el motivo propicio para reflexionar sobre los recortes de personal, de material y de subvenciones para el programa nacional, y también para la necesidad de actuar con resiliencia para retomar los niveles previos a la crisis y para recuperar la sensación por parte de los profesionales de que merece la pena dedicarse a esta especialidad médica. La remembranza de hace apenas cuatro décadas, cuando las noticias sobre la traslación entre cuerpos de órganos vitales para la supervivencia y para el bienestar llegaban de lugares remotos, nos indica el prestigio y la fascinación que producían entre los españoles las gestas de doctores cuyos nombres están en los anales por sus éxitos en dotar de corazones a personas que estaban en el camino de sucumbir a la desesperanza. Esa admiración ha de relanzar la carrera médica en torno a los trasplantes, para que la tasa de donaciones se vea incentivada por la consciencia de que los órganos están en las manos más preparadas y los talentos más agudos, con el cimiento de investigaciones rigurosas.

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