Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Del Brexit a la crisis de la democracia

Del Brexit a la crisis de la democracia
Del Brexit a la crisis de la democracia

N o creo estar abusando de su paciencia si vuelvo a hablarles del Brexit, un asunto que sin duda será estudiado en el futuro como uno de los momentos más graves de la historia del mundo libre, porque las consecuencias de este desastre van mucho más allá de la majadería que significa romper una alianza que ha beneficiado al Reino Unido durante cuarenta años y afectan directamente a las bases del sistema de democracia representativa. En efecto, si el problema solo hubiera sido salir de la Unión Europea, cada cual se puede suicidar como quiera. Ya sabíamos que los británicos no siempre han estado a gusto en Europa, pero hasta ahora nadie ha demostrado que es mejor irse de la UE con argumentos realistas. Allá ellos.

El verdadero problema y la razón por la que este lamentable proceso se está convirtiendo en un culebrón interminable es precisamente porque representa la crisis más formidable del sistema de democracia representativa que hayamos conocido jamás. El consenso constitucional supone que los ciudadanos elegimos a nuestros representantes para que resuelvan los problemas colectivos de forma realista. En este caso, los propios dirigentes políticos -David Cameron concretamente- crearon un problema al poner en solfa la pertenencia del Reino Unido a la UE y le dijeron a la sociedad que lo resolviese con un referéndum. Como no previó este resultado, ahora el asunto del Brexit ha vuelto a los políticos, al Parlamento, donde, como ha podido ver todo el mundo, los diputados son incapaces de resolverlo. Han rechazado todas las salidas posibles y el resultado es que el país está tan dividido que han hecho imposible cualquier solución que no deje profundamente descontentos a la mitad de los británicos. Tal vez la causa haya sido que Theresa May, que no era partidaria del Brexit, se haya empeñado en gestionar un proceso en el que no creía. No podía salir bien. Otra vez el fracaso de la democracia representativa, porque sus votantes no estaban pensando en que haría lo que está haciendo.

Tal vez les suene a ustedes un episodio menor pero no menos grave que sucedió en tiempos de un tal José Luis Rodríguez Zapatero, a quien se le ocurrió decir aquello de que aprobaría cualquier cosa, literalmente, sin tener en cuenta si podría o no cumplirlo. De modo que otro sujeto llamado Maragall le tomó la palabra e hizo un estatuto catalán para el que no había sido elegido, los diputados en las Cortes se limitaron a "cepillarlo" cuando su juramento de fidelidad a la Constitución les habría obligado a rechazarlo. Es natural que cuando los electores catalanes -aunque fuera sin demasiado entusiasmo- lo refrendaron, se sintieran ignorados por el Tribunal Constitucional, que es el único estamento que cumplió con su obligación. Resultado: tanto los británicos como los catalanes están divididos ante un problema que no tiene posiciones intermedias. Lo de la independencia, como lo de la salida de la UE, es algo en lo que encaja muy bien ese dicho sobre las mujeres, que no pueden estar un poco embarazadas; o lo están o no lo están. Y no es por casualidad que en la política catalana los partidos se disuelvan como azucarillos y que aumente el papel de entidades no institucionales, como esas organizaciones que han sido la punta de lanza del separatismo populista y que no tienen ninguna legitimidad democrática.

En todas partes donde existe, la democracia tiene que afrontar problemas. En París, donde me encuentro hoy, lo demuestra esa efervescencia de los "chalecos amarillos" y lo mismo pasa en Italia, gobernada por partidos antisistema. Pero nada comparable a la formidable catástrofe del Brexit, que es el suicidio de una sociedad ejemplar, a manos de los populistas que no se tienen que responsabilizar de sus acciones. Tal vez la única solución hubiera sido, según las reglas democráticas, entregarle el gobierno a los que pidieron el voto por la salida de la UE. Ya que hacían tantos elogios, a ver si son capaces de llevarlo a cabo y cumplir sus promesas.