Opinión
Por
  • ANTONIO NADAL PERÍA

Un toro y un pañuelo

El torero Morante de la Puebla limpiando con un pañuelo la sangre, las lágrimas o el sudor del rostro del toro antes de la estocada final ha despertado duras críticas de los antitaurinos y alabanzas de los aficionados. Algunos dicen que era un homenaje a otros toreros que lo hicieron. Yo sospecho que el acto de limpiar la cara del toro se hace por seguridad del torero, porque me imagino que un toro que no ve bien es más peligroso, o para demostrar sensibilidad y valentía. Limpiarle la cara al toro, que algunos han calificado de empatía o respeto hacia el animal que se va a sacrificar, me recuerda a la última voluntad que se concede a un reo antes de su ejecución. Conceder una última voluntad suaviza la muerte al ejecutor, muy poco a la víctima. El toro no puede pedir una última voluntad, sólo los toreros en muy pocas ocasiones piden el indulto. Hay que reconocer que en caso de indulto pasan a mejor vida, a una labor de semental. En el año 2017 se indultaron a 29 toros, pero son unos 10.000 (según PACMA, que confunde bueyes con toros) los que mueren cada año en las plazas. La Fundación FAADA (Fundación para la Adopción, Apadrinamiento y Defensa de los Animales) eleva la cifra a 70.000. Hay cosas muy raras en el toreo, por ejemplo torear con un niño en los brazos, lo que hizo Francisco Rivera con su hija, y, según él, se trataba de una tradición familiar y la niña jamás había estado más segura. Raro sentido de la seguridad tiene este hombre, más torero que padre. No es una locura llevarse al bebé al trabajo cuando el puesto se encuentra en una oficina, un despacho, una tienda o el Congreso, como hizo en este último caso la diputada Bescansa. Torear con un niño en brazos sería lo mismo que llevarlo al interior de una mina porque el padre o la madre son mineros. Lo cierto es que los toreros hacen mejor faena dentro de la plaza que fuera, zapatero a tus zapatos. Lo digo porque algunos fueron en las listas electorales del PP y de VOX en las pasadas elecciones y no salieron elegidos. La gente quiere ver a los toreros en el ruedo, arriesgando la vida frente a un toro de más de 500 kilos, no en el Congreso. No salieron a hombros la noche del 28 de abril Miguel Abellán, Salvador Vega, Serafín Marín y Pablo Ciprés después de que los españoles votásemos. Como leí en un lugar, se quedaron en la barrera.