Opinión
Por
  • FERNANDO MOMPRADÉ VIÑUALES

El político ideal

Como en todos los grupos de personas, en política hay un batiburrillo de personajes. Las motivaciones de entrar en política pueden ser varias. Quien entra en política afiliándose a un partido político en la juventud, con mucha probabilidad lo hará por inquietudes ideológicas más o menos románticas.

Pero a la hora de escalar en sus enmarañadas estructuras y de soplar velas en tartas de cumpleaños aparecen en posiciones cabeceras personas que quieren ayudar a la sociedad, que tienen ideas que aportar, que quieren mejorar lo establecido. Pero aparecen también muchos personajes que son mero espejo de lo que es la sociedad actual.

Una sociedad proclive a las debilidades, por lo que abundan personajillos con afán de notoriedad, con gusto por el exhibicionismo, el narcisismo, el llamado "postureo". O para conseguir beneficio de esa posición de privilegio.

Se dice que el político debería estar muy bien pagado para evitar que metiese la mano, directa o indirectamente, en la caja. Pero la codicia no tiene límites y nunca ese sueldo sería suficiente para algunos. Esa no es la solución perfecta.

También se debería evitar entrar en política teniendo intereses económicos privados propios. Ya saben la frase: La mujer del César no sólo debía ser honrada sino parecerlo. Y hay que evitar situaciones que inciten a sospechar de tratos de favor o ventajismos.

Así las cosas, el perfil de político ideal se complica y limita mucho. Si excluimos personas que quieran ganar mucho dinero, personas que quieran estar por adular su ego, personas que tengan intereses económicos en sectores sensibles de ser beneficiados por decisiones políticas, personas incapaces y personas corruptas.

Después de esa criba nos quedarían algunas personas del ámbito público o profesionales liberales o empresarios ya jubilados que quisiesen devolver a la sociedad con su entrega y conocimiento parte de lo recibido por esta. Y los idealistas comprometidos.

Así que tocará apostar en muchos casos, cargados de inocencia, candidez y bonhomía por la integridad del ser humano de hoy en día.

Confiemos mientras tanto en el control que pueda provocar una prensa libre, valiente e independiente.