Opinión
Por
  • JOAQUÍN BORRUEL BUIL

Mi derecho al pataleo. Los pueblos vaciados

Hace ya varios años que, desde los sucesivos gobiernos centrales están sugiriendo o animando a la gente para que vuelva a los pueblos.

Corría el año cincuenta del siglo pasado, faltaban seis días para que cumpliera yo los diez y seis años, cuando dejé el pueblo. Durante 13 años residí en diferentes partes de la península. Fue estupendo conocer personas, pueblos y ciudades nuevas. A pesar de esto, dentro de mí, siempre ardió la llama, el deseo de volver.

Pasaba el tiempo y con él se fue desvaneciendo esa ilusión. Volver... ¡por qué no! Pero, ¿para qué iba yo a volver ¿Para vivir de la caza y de la pesca Caza y pesca que no puedo practicar si no soy socio de un coto. ¿Para fabricar jabones olorosos con los aromas capturados al campo ¿Para hacer conservas y mermeladas de los frutos del bosque A finales de los años cincuenta se puso la luz en algunos pueblos, se arreglaron algunos caminos... ¡A buenas horas magas verdes! Ahora, también se están instalando las nuevas tecnologías, como la banda ancha. Pero es que la gran mayoría, por desgracia, no somos pensadores, escritores, poetas y músicos, que necesitan la paz y la tranquilidad de un pueblo. Estos señores escuchan el trino de un jilguero o contempla una margarita en un verde prado una mañana de primavera y quedan embelesados e inspirados para desarrollar sus teorías, sus poemas o partituras.

Sí, algunos hubiéramos vuelto de no haber vendido, malbaratando los cuatro piacicos de tierra que teníamos. La única solución que yo veo a este problema de la España vaciada es que los "terratenientes" actuales que han cobrado y seguirán cobrando de la PAC, vivan en los pueblos, en lugar de vivir cómodamente en las cabeceras de comarca.

Aunque tampoco creo que sea esa la solución al problema, pues supondría una, dos, tres o a lo sumo cuatro familias por pueblo. Pero bueno, ¡algo es algo! Con los tiempos que se avecinan y sus cambiantes tecnologías, lo más conveniente sería una partición equitativa de tierras para los que no pueden desarrollar otras profesiones liberales. Además, estos profesionales liberales lo acaparan todo y, desde sus despachos, con accionar una simple tecla de un teléfono móvil, pueden manejar cinco granjas de porcino, varias hectáreas de viñedo, o de plantío, como el de la almendrera y la olivera.

En fin, yo ya no tengo ningún problema. Los que vengan, tendrán que arreglárselas como puedan.