Opinión
Por
  • JOSÉ MARÍA BAFALUY COLOMINA

A mi amigo, Santos Lanaspa

El pasado día 14 de agosto nos diste el último adiós físico. Tu cuerpo no aguantó el empuje de la enfermedad y te fuiste. Un adiós físico, pero no espiritual; tu alma nos envuelve y nos hace recordar como en una película, fotogramas de tu vida.

Te conocí en un mes de octubre de hace 50 años, en la Escuela de Magisterio de Huesca. Bajaste de la montaña al llano; bajaste con un amigo, Gonzalo, y yo me uní a vuestra amistad porque me aceptasteis. Me acuerdo de nuestras aventuras y andanzas de estudiantes –plena juventud- por Huesca, Biescas, Sabiñánigo, San Lorenzo (tu suegra Maruja nos acogía en casa)… plantación de lechugas en plenas fiestas.

Con el tiempo, y junto a Tere, Esther y Ely, ya no éramos tres; sino seis. Seguíamos alegres, divertidos, formales y sabíamos vivir. Más adelante, cada uno encontró su destino; nos distanciamos, pero la amistad perduraba. Lo sentíamos en los encuentros ocasionales.

Te quedaste en Binéfar y allí te jubilaste demostrando tu profesionalidad como maestro y director. Allí fuiste querido por todos –me remito al pregón de fiestas que protagonizaste-. Allí forjaste hombres y mujeres sin darte la menor importancia de lo que conseguías.

Hoy nos has dejado, pero tu recuerdo perdurará. Por eso, cuando decías por megafonía, "… toca recreo…", yo te copio y te digo: "Toca recordarte siempre".

Adiós amigo. Descansa en paz.