Opinión
Por
  • ANTONIO LASHERAS

Vacaciones, paro o cerrado por defunción

El pasado 28 de Abril, tuvimos la oportunidad de participar en la Elecciones Generales.

Ya nos acercamos a los cien días que el Congreso de los Diputados se encuentra sin ejercer funciones parlamentarias. Lo mismo ocurre con el Senado o Cámara Alta. Decía Calderón de la Barca, "afortunado es el hombre que tiene tiempo para esperar".

Los españoles hemos esperado tres meses sin Gobierno y seguro que podemos esperar seis o diez. Por una razón fundamental, el sistema avanza con paso firme. Los canales de recaudación hambrientos hasta lo infinito, no cesan de oprimir al contribuyente indefenso, que sufre y se pregunta, ¿el por qué setecientos Parlamentarios Nacionales siguen cobrando mensualmente sin funciones En estas últimas semanas hemos tenido que soportar los tributos anuales 2019. IBI de Urbana, IBI de Rústica, agua, basuras, luz, transmisiones, compras, ventas, seguros, telefonía, carburantes, multas justas e injustas, sanciones productivas, sanciones medioambientales y muchos más tributos que solo recaen sobre el que produce o puede pagar antes de abandonar.

Y si el ejemplo que recibimos a nivel Nacional es deprimente, en las provincias no vamos flojos. "Que sirva de ejemplo los sueldos del Ayuntamiento de Huesca".

Hay políticos y sindicalistas, que quieren que el sueldo mínimo interprofesional ascienda a los 1.000 eruos mensuales. Pues son los mismos políticos que permiten que en las Instituciones se cobre 3.000, 4.000 y 5.000 euros al mes por cabeza.Ya me decía mi padre, a caballo regalado no le mires el dentado.

Quizá lo que ocurre en España nos sirva para aprender y convencernos de que también se puede vivir sin políticos, o por lo menos con la mitad de ellos. Porque con menos políticos y menos acólitos, el gasto corriente se vería muy aliviado en beneficio del contribuyente.

Si no sabemos o no queremos frenar el gasto público, nos cargaremos la estructura económica de este País que se llama España.

Los autónomos y pequeños empresarios han agotado la paciencia que les permitía seguir navegando, contando por supuesto, con el oxígeno de los bancos.