Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Con el reojo a las amenazas

NO ES TAN CRUENTA como una militar, pero una guerra comercial conlleva en sí misma una gravedad extrema para la calidad de vida de los ciudadanos, que irradia hacia todos los puntos del planeta cuando los protagonistas son las grandes potencias. Los líderes de los más grandes países del mundo, no confundir con los grandes líderes porque difícilmente se les puede atribuir cualitativamente tal condición a muchos de ellos, se comportan como unos "machitos" que quieren marcar el terreno. Sólo así se entienden los mecanismos de acción-reacción entre China y Estados Unidos -pongan ustedes el orden que deseen- ante la mirada inquietante de Europa y la de Putin, otro que tal baila en esta espera del G7. Biarritz, por tanto, no se ha convertido sólo en un espacio incómodo para los turistas y en el núcleo desde el que emanan todas las dificultades de comunicación y accesibilidad, sino fundamentalmente en la ciudad en la que se está dirimiendo el nuevo orden que se decide por cuestiones angulares confesables y otras alejadas de los focos.

De la cumbre entre los siete grandes protagonistas de estos tiempos, emanarán declaraciones probablemente tranquilizadoras. Es lo que tiene verse cara a cara y también la manera de sostener un equilibrio que, de romperse, tiene incalculables consecuencias no sólo para la paz, sino para el desarrollo de los continentes y de los ciudadanos. Y, en este juego fatídico, la Unión Europea disputa una auténtica final, porque su capacidad de influencia diplomática puede determinar cuál es su rol, si el que se presume decreciente a tenor de su incapacidad para sumar las voluntades de todos sus miembros o el potencial que, en realidad, no sólo es imprescindible para esta región sino para un mundo que necesita sus valores.