Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Ansó, el abrazo de los tiempos

El Día del Traje Tradicional de Ansó, auténtica exaltación de lo íntimo y singular, concitó como en la totalidad del casi medio siglo de celebración la presencia de miles de personas embebidas de la modernidad más exultante, en un oxímoron virtuoso. La tradición más hermosa, la que define el carácter de una villa impresionante en su mismidad, actualizada con el paso de los siglos sin perder un ápice de su identidad.

La jornada ansotana trasciende, a pesar de que sea el imán que fascina hasta una atracción maravillosa, el plano meramente estético. Baste apreciarlo a la par con abstracción y con profundización, visitar el espacio museístico para entender que el Traje Ansotano es el símbolo de la diversidad y de la evolución de la vida, desde el bautismo hasta el ocaso, con todos los pasos intermedios de la cultura de los pueblos pirenaicos, tan arraigados a sus costumbres porque éstas eran y son el ritmo de las vivencias. En cada una de las escenas, debiéramos leer los valores que nos han inculcado nuestros mayores, aquellas enseñanzas que configuran la personalidad individual y su proyección colectiva, con la sana vocación de progresar para mejorar uno mismo y, con esa mezcla de conocimientos y habilidades, contribuir con una actitud generosa a la optimización de la comunidad, en orígenes pequeña y autárquica, luego enlazada con el entorno.

La experiencia fascinante del Día del Traje Ansotano coadyuva también, mediante la observación y la interiorización, a la desmitificación de conceptos vanguardistas que no se sostienen por su evanescencia. El "desaprendizaje" ha de hilarse con otras dimensiones, nunca con el desenganche del vehículo generacional que nos ha conducido hasta aquí. Los que así celebraban, reían y lloraban nos han legado lecciones de vida. Todas aprovechables y edificantes. El año próximo, 50.