Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La educación alimentaria

El brote de listeriosis de una empresa andaluza ha provocado unas consecuencias insospechadamente funestas y, además, deja muchísimas preguntas de difícil respuesta, aunque en las ciencias están todas ellas. Situaciones de estas características desembocan en crisis inquietantes para la población hasta el punto de que se desenfocan las repercusiones fruto de la confusión, de la falta de una educación nutricional y de la insuficiente información desde las administraciones y también desde las entidades afectadas. Ha evolucionado de tal manera este universo que resulta tan difícil acaparar todos los contenidos como negar que hemos de interesarnos porque la salud y el bienestar está en juego. Buenos motivos para que los diferentes actores confluyentes mediten la necesidad, como quedó expuesto en el mes de junio en Gastromanía en Zaragoza, de establecer una disciplina específica de investigación, de desarrollo y de formación. Esta relevancia queda también acreditada por el estudio de KPMG sobre la influencia de la gastronomía en la economía española, que concluye que estamos ante una actividad estratégica que hay que cuidar. No en vano, su incidencia sobre el Producto Interior Bruto es del 33 % en toda su transversalidad.

La insuficiente atención de muchos consumidores a los etiquetados y a las propiedades de lo que ingerimos, la falta de responsabilidad compartida ante una información en muchos casos deficitaria, la escasez de concienciación sobre la imperativa necesidad de educar a las nuevas generaciones en la exigencia y el conocimiento, las dificultades en el control en la procedencia nacional y sobre todo internacional demandan una reflexión profunda e ineludible, por encima de casos concretos, porque la salud no es una ruleta. Mejorar no es negociable, sino imprescindible.