Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Los efectos de una paradójica escasez

A UNA persona lega en la materia, por distancia o condición ajena a nuestra tierra, le extrañaría cuando aglutinara los conocimientos sobre la realidad de Aragón, de la provincia de Huesca y de los territorios específicos de las cuencas del Gállego-Cinca y del Aragón la escasez de agua habida cuenta la profusión de caudales que durante una buena parte del año acumulan y están en condiciones de ser regulados. Una paradoja como las carencias de petróleo en Venezuela o de recursos naturales en cualquier otra región mundial donde son copiosos.

La necesidad de una política eficiente del agua en Aragón, que es también de España, requiere de análisis profundos, rigurosos y alejados de dogmatismos, porque la ideologización en torno a los bienes que nos entrega la naturaleza no hace sino perturbar la visión objetiva encaminada a su sostenibilidad, que es básica para su perpetuación, y su utilización. Que las reservas de los embalses nutridos por ríos tan generosos en aportaciones se sitúen por debajo de la media de los años precedentes ha de ser un signo, si no de alarma, sí de reflexión y de acción. Que muchos pueblos pirenaicos hayan de ser suministrados con procedimientos e instrumentos anacrónicos es un fracaso colectivo. Que los riegos puedan correr riesgos -afortunadamente la campaña se va a terminar, pero los indicios nunca hay que obviarlos porque algún ejercicio se ocasionará un panorama inquietante- significa que la capacidad productiva de alimentos se resentirá, y esa sí que es una mala noticia. Pero es que, en una economía global e interconectada, en una provincia con un 20 % del PIB radicado en el turismo, las repercusiones en sus usos restan competitividad como destino. No es sólo bienestar o comodidad, sino una advertencia que exige pragmatismo.