Opinión
Por
  • Diario del Altoaragón

La universidad en evolución

En la propia acepción de universalidad, la universidad comprende conceptos que abrazan los conocimientos de los que ha hecho acopio la humanidad desde sus orígenes y la capacidad de comprensión del mundo con la que prever y adelantarse a la evolución del planeta, de la especie y de todo cuanto está al alcance de nuestro discernimiento. Esta institución, en torno a la que gira el progreso del ser humano, constituye un motor y a su vez es el reflejo de la trayectoria de las sociedades, en sus tiempos en torno a disciplinas siempre cruciales como las humanidades, las artes, las letras, las ciencias y la salud, en los de hoy con el componente tecnológico en torno a la información a una velocidad de vértigo.

La universidad ha estado siempre más exigida que dotada. Seguramente, es una de las grandes paradojas, con la reclamación del máximo rendimiento en la formación de los recursos humanos y la provisión de unos medios habitualmente insuficientes tanto para su papel docente como para el de la investigación, de cuya eficiencia dependen avances sanitarios, económicos y de bienestar de las personas. Con su personalidad adaptable a cada momento, la educación superior permite la armonía para el desarrollo de la comunidad a la que sirve, tan aplicable a lo local como vocacionalmente exportable a lo global. En el curso que ayer recibía el banderazo de salida solemne, el equilibrio en el repertorio de grados, imperativamente transversal, se decanta hacia las oportunidades para los estudiantes, con esa querencia hacia las materias STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) que no empece, porque en sus cimientos figura el humanismo y las artes, para la idónea culturización general, universal. Así descubriremos cuáles son las vías del porvenir para practicarlas con acierto.