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  • Diario del Altoaragón

Destino 10-N: trampantojos que no cuelan

El trampantojo se ha instalado en disciplinas como la gastronomía o la óptica con el objetivo de explotar el sentido de juego del ser humano. Sin embargo, además del riesgo de la ilusión sobre una realidad vulnerada, representa un peligro cuando la trampa versa sobre materias sensibles y trascendentales, en las que la responsabilidad y el compromiso social han de sobreponerse a cualquier malabarismo.

El proceso subsiguiente a las elecciones del 28 de abril ha estado abusivamente desbordado de trampantojos. El primero de ellos, la pretensión -vana para cualquier persona avizorada- de convencernos de que se ha buscado intensamente el acuerdo para la conformación del gobierno. Ha sido, por el contrario, una exhibición de vagancia como pocas veces se ha apreciado, probablemente por la pereza de la voluntad más que por una laboriosidad inexistente. El segundo, la intención del diálogo, inexistente por la bruma de la desafección en las relaciones personales de los "cuatro jinetes del apocalipsis institucional". El tercero, la visión del objetivo que sucede a unos comicios, que no es otro que la búsqueda del interés general frente a las ambiciones individuales, en este caso predicado pero no practicado. El cuarto, el concepto del servicio al ciudadano, al que se ha ninguneado al sacarlo totalmente de foco. El quinto, la aplicación de un presunto márquetin que no ha sido sino la más abyecta manifestación de frivolidad e incoherencia.

El rey, cuya singladura está resultando extremadamente procelosa por unos liderazgos endebles y superficiales, no ha encontrado candidato con opciones de acudir a la investidura. En las últimas horas, escarceos, apariencias y postureos. No merece España, camino de sus cuartas elecciones, estos aspirantes. Ahora, al rincón de pensar. Nos hemos castigado.