Opinión
Por
  • LUIS BUISÁN VILLACAMPA

El origen del mal

A ver si lo enfocamos bien, localizando la señal precisa. Esto viene a cuento porque en el mundo de la política no deja de suceder que, quienes manejan el cotarro se lanzan unos contra otros acusaciones e insultos, señalando culpables de los males que se ceban en la sociedad. Es un ruido que aturde al ciudadano, que además de votar, paga y aguanta. Pues engañan, confunden, y nos toman el pelo. Pero ojo; el quid de la cuestión está muy claro. Lo dijo un viejo del lugar: "No hay trueno sin relámpago". Entonces, el relámpago debe ser el sujeto original de la causa. Sucede con las guerras, revoluciones, manifestaciones callejeras, y en las crisis. Son la consecuencia desatada por causa de una chispa original. La revolución industrial fue el relámpago que avisó de la espantada ocurrida en el mundo rural. Y la pasada crisis se fraguó en la economía falseada o inflada que deslumbró, y tras el relámpago estalló la tormenta.

La violencia y anarquía en la segunda República, entre 1.930 y 1.936, como un relámpago desencadenó la rebelión militar: el trueno. A continuación vino la lluvia de muertos, heridos, y destrozos en general por unos y otros. He aquí la causa y las consecuencias. Pero en vez de juzgar y condenar las consecuencias, habría que enfocarse en las causas. En la raíz del mal. No en los dolores ni en la fiebre de la enfermedad. Como lo del cansino procés. La nube siempre amenazó. La vieja quimera fraguando la independencia catalana fue el relámpago. Luego el atronador choque de trenes se quedó en descarrilamiento. Y una lluvia de consecuencias; la chapuza del referéndum, los enfrentamientos entre manifestantes y policía, la espantada de líderes políticos, y de empresas importantes a otras comunidades. Y menos mal que no hubo sangre ni un solo muerto, porque vaya usted a saber? Entonces, a la hora de buscar culpables o responsables, hay que ir al origen. A la chispa que fraguó la tormenta. Primero fue la causa, luego las inevitables consecuencias. "No hay trueno sin relámpago". Y es la señal que indica el momento de actuar contra la nube y enfrentase al mal.