Opinión
Por
  • IVÁN RODRÍGUEZ MARTÍNEZ

15 de junio de 2019, match point Punto de partido.

La pelota rebota en el canto de la red mientras el público contiene la respiración. Las fuerzas están igualadas, la ciudad dividida.

A un lado, la Huesca tradicional en la que se vive tranquilo, en la que el tiempo pasa despacio esperando que ocurra algo, la que está bien como está y en la que los jóvenes no encuentran su espacio porque ya no queda espacio que encontrar.

Otro rebote en la red, la esfera no decide hacia donde caer.

Del otro lado, la Huesca que no se conforma con "lo establecido", con ambición, con ganas de desarrollar y explotar todo su potencial, igual que lo está haciendo su entorno más próximo. Familias y emprendedores que, a pesar de nadar contra corriente, se empeñan en quedarse y vivir aquí aun sabiendo que su proyecto, empresarial o de vida, podría funcionar mejor en otros lugares, apostando a todo o nada.

Pero hay fuerzas acomodadas que es difícil controlar, una ligera brisa en forma de papel blanco inmaculado y la pelota termina cayendo del lado de siempre, de lo que no se debe cambiar, de los que están bien como están y huyen de cualquier atisbo de idea innovadora o cambio que pueda atraer a la ciudad más competidores.

Como en la célebre película de Woody Allen, "Match Point", el último rebote (en blanco) cambia el resultado para que nada cambie. Se reparten los puestos, se niega la evidencia y todo sigue igual.

Ellos ganan, Huesca pierde.