Opinión
Por
  • MARIANO RAMÓN

Cumbre climática

A la agricultura se le imputa el 10,6 por ciento de los gases de efecto invernadero. De ese porcentaje algo más de la mitad corresponde a la ganadería y en particular al ganado bovino. Una vaca genera los mismos gases que un coche de tipo medio a cincuenta kilómetros, pero ésta, a cambio, sanea el ambiente ya que consume forrajes sintetizados a partir del carbono presente en la atmósfera (función clorofílica). De esta manera la vaca no sólo resta carbono al medio ambiente sino que además libera una cantidad de oxígeno que contrarresta sus efectos nocivos. Los ganaderos saben que cuando una vaca se alimenta con alfalfa en vías de fermentación suele padecer una súbita meteorización de la panza que a veces es causa de muerte por asfixia al presionar el diafragma la cavidad pulmonar. Algo parecido sucede en la especie humana aunque de modo menos dramático, tras comer judías secas sin aliño de vinagre. Ambas flatulencias tienen pues el denominador común de haber comido vegetales clasificados entre las leguminosas. En el caso de las judías secas la acidez del vinagre impide la formación de gases intestinales, lo mismo que sucede cuando la vaca consume ensilado de PH ácido. La conclusión es obvia: tanto el consumo de leguminosas como de forrajes de reacción alcalina causan flatulencias. Así pues basta ya de proponer el extermino de los bóvidos sobre la faz de la Tierra y en su lugar acomódese la alimentación de este ganado al consumo de plantas gramíneas o ensiladas y al pastoreo sobre pastos libres de leguminosas. Sirva esta "carta" como una aportación más a los acuerdos adoptados en la cumbre climática celebrada en Madrid.