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Histrión, el tuerto en el país de los ciegos

Aunque las encuestas preelectorales vaticinaban un estrechamiento de las diferencias, ese histrión de reacciones desaforadas y mensajes simples (con "Haz que el Brexit se haga realidad" se ha pasado toda la campaña) que es Boris Johnson se ha alzado con un resultado histórico que la Unión Europa ha recibido con la felicitación al vencedor y con la exigencia de que decida ya el Acuerdo de Salida con el pertinente equilibrio de derechos y obligaciones. Por activa o por pasiva, todas las condiciones han trabajado a favor del conservador, que ha ido recibiendo los "regalos" del resto de las formaciones con algarabía y tanta seguridad que ni siquiera se ha detenido en sutilezas ante las torpezas denunciadas desde determinados ámbitos sociales. El opositor, Jeremy Corbyn, ha navegado en medio de las ambigüedades, nadando y guardando la ropa hasta quedarse sin agua ni atuendo. El peor resultado desde hace casi 85 años. El resto de formaciones favorables a un segundo referéndum o directamente a la permanencia en la Unión Europea se han disuelto como un azucarillo. Y, hoy, el gran quebradero de cabeza para Johnson es Escocia, cuyo resultado abrumadoramente nacionalista amenaza con pagarle con la misma moneda que él a Europa.

En tiempos de baja reflexividad y de alta comodidad, la incertidumbre ha sido más decisiva que cualquier tentación de confluir con el continente y que el temor a caer en una nueva alianza atlántica cuyas repercusiones son impredecibles. Así parecen haberlo reconocido las bolsas, que han saludado con subidas el escrutinio de los comicios británicos porque proyectar la zozobra es en cualquier caso una opción destructiva. Ya no queda duda, Gran Bretaña se va y países como España han de minimizar el impacto y aprovechar las oportunidades. Que las habrá.

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