Opinión
Por
  • MARIANO RAMÓN

España vacía

No se puede ignorar que la España vacía de la que tanto se habla ha existido desde los primeros tiempos. Baste recordar las parameras monegrinas. La España vaciada, por contra, surgió al amparo de los desarrollos industrial y agrario de los años sesenta y aún antes con la colonización de los nuevos regadíos. Y tanto estos como la creación de nuevas industrias atrajeron a las poblaciones rurales que en su éxodo vieron la oportunidad de mejorar sus condiciones de vida. Un éxodo que provocó el abandono de tierras y casas con la esperanza de regresar algún día. Familias enteras dejaron atrás sus lares y se lanzaron a la aventura de residir en otros lugares. Y fueron principalmente las mujeres, que deseaban para sus hijos una vida mejor que la disfrutada por ellas, quienes animaron la aventura y quienes compartieron tareas domésticas en domicilios ajenos a fin de aportar su sueldo a una economía familiar bien diferente de la que dejaron. Hay que ponerse en la piel de esos pioneros de la emigración para valorar su trabajo en favor del desarrollo español y de manera especial el de algunas regiones que ahora, ensombrecidas con su progreso, proclaman los deseos independentistas. No obstante, la España despoblada se ocupará cuando los descendientes de aquellos que la vaciaron se sientan claustrofóbicamente instalados en pisos colmena de la gran ciudad y sientan deseos de rehabilitar sus antiguas viviendas abiertas al campo. Los pueblos nuevamente cobrarán vida si para entonces las cabeceras comarcales han sabido polarizar las actividades económicas que fijan población a la par que ganaderizar y horticolizar los regadíos propios. Las áreas rurales abandonadas confían su futuro al regreso de los nietos o bisnietos de los primeros emigrantes y al de otros mayores deseosos de consumir sus últimos años en la paz y el sosiego que prodiga la Naturaleza.