Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La cumbre climática eleva el grado de la necedad

Podría ser admisible que, como espetaba Baltasar Gracián, son más los necios que los entendidos, pero el aragonés daba en el clavo al manifestar que, con estar todo el mundo lleno de necios, ninguno hay que lo piense ni aun lo recele. Bien pudiéramos exponer bajo este punto de vista sabio el trasfondo, el subsuelo y la trascendencia de cuanto ha acontecido en la cumbre climática COP25 que apenas ha sido capaz de una superficial declaración en la que gratuitamente se arroga una mayor ambición que simplemente se circunscribe a remitirse al Acuerdo de París como manual de instrucciones con el que evitar que la temperatura del planeta suba por encima de 1,5 grados, mientras renuncia por la fuerza de los hechos a la regulación del mercado planetario de carbono (requisito expuesto en la capital francesa) y se emplaza a la convención venidera en Glasgow donde los países habrán de formular más compromisos en la reducción de las emisiones.

Quiere decirse que, más allá de la escenificación con actores y actrices más simbólicos que efectivos, el más largo de los encuentros globales sobre una realidad cuya negación estricta roza la estulticia se ha quedado en esa especie de partido de tenis entre quienes demandan la consideración de emergencia climática y quienes se colocan las orejeras de la irresponsables sinrazón. Con una sensación mayoritaria entre ácida y agridulce a la que sólo contraponen pequeños réditos los acomodaticios, se sigue echando de menos el reconocimiento de la autoridad de los científicos y profesionales que, con un grado de consenso sustantivo, explican que "tiempo de actuar" no puede ser un eslogan sino un imperativo para asegurar la menor afección de la actividad humana a la integridad de nuestro hábitat. Y resistirse no es sino terquedad o ignorancia. Esto es, necedad.