Opinión
Por
  • ANTONIO NAVAL MAS

La evidencia hecha derecho civil

Llena de enorme gozo y proporciona sosiego que te reconozcan lo que siendo evidencia, a pesar de serlo, necesita que formalmente sea formulado como derecho. Los entendidos afirman que la sentencia de las 111 piezas es una sentencia para ser referenciada. Es concluyente con contundencia. No es previsible que otros magistrados puedan encontrar argumentos que la maticen.

Hay opciones de alto riesgo que se toman desde la evidencia, la voluntad de ser responsablemente útil y, en este caso, la alta dosis de fe. Es la decisión fundamental, no al margen de la incertidumbre, que tuvo que tomar el obispo Angel Perez al recurrir a la jurisdicción civil. La incertidumbre resulta más opresora cuando se hace contra los esfuerzos disuasorios de los que no quieren comprender. Como efecto colateral no buscado queda en posición más que lamentable la administración del Vaticano que no supo hacer cumplir la sentencias canónicas, a pesar de que el nuncio Monteiro dijo que siempre se cumplían. Ya es cardenal. Colegas y staff superior consideran política diplomática necesaria nadar y guardar la ropa dejando de lado el sentido común. Es lo que han hecho los oficiales del Vaticano en este proceso.

La Iglesia Católica, que está pasando momentos muy críticos como institución, una vez más esta llamada a ser coherente con las conclusiones que le proporcionan los hechos frente a sus apriorismos. Ya no son tiempos en que los deseos de la jerarquía eran órdenes y las órdenes eran de obligado cumplimiento. Un juez civil ha asumido y resumido la jurisprudencia vaticana poniendo en evidencia, aun sin pretenderlo, la falta de coraje para ejecutarla. En la cuestión de las 111, se ha llegado aquí y será necesario seguir con el tesón y dedicación hasta donde los catalanes estén dispuestos a incordiar. Siempre son pocos los luchadores pero necesarios. Seducen por la consistencia que conlleva que no hay logros sin constancia. Entre ellos el periodista Angel Huguet lleva no menos de veinticinco años manteniendo la ilusión encendida con su información, y facilitando las cosas con el ímprobo trabajo de resumir decenas miles de folios. El abogado Jorge Español estará sin duda estigmatizado por muchos que desearán que no hubiera dedicado tantos días y noches escudriñado papeles ocultados y, consecuentemente, exhumando documentos que han contribuido a la perdición de los actores catalanes.

Sabemos que no es un final. La pertinacia ciega es el signo de los inadaptados y automarginados de la política y administración catalana que necesitan recrecerse incumpliendo ostentosamente las leyes españolas que también son suyas. La contundencia persistente debe ser la regla de los que no queremos que este país lo sea solo de los oportunistas que no tienen otra estrategia que intentar hastiar al adversario hasta que abandone. Si la Cataluña oficial y el obispado de Lérida hubieran invertido el dinero que en este proceso llevan gastado en adquirir obras en las salas de subastas podrían tener un museo digno con obras en propiedad.

Estamos donde estamos en el tema de la recuperación de las piezas aragonesas depositadas en Cataluña. El problema debería ser inconcebible, pero es el resultado de una organización administrativa de España que ha dado pábulo a que de la inadaptación y automarginación buscadas se haga un signo de identidad sectaria para destrozar un país, España, que a pesar de ellos, lo es entre los más antiguos, relevante en la cultura y aportación a la civilización occidental.

En consecuencia a la impermeabilidad al desaliento, es el momento de plantearse el inicio de otra etapa de reivindicación, la de la recuperación de aquellas otras piezas del Museo de Lérida que todavía no han sido reclamadas y consecuentemente no han entrado en litigio. Son el lote de piezas de Sigena, distintas de las recuperadas y las que están por retornar. También están depositadas en ese museo de Lérida, paradigma de lo que no se debe hacer con un museo. Entre ellas está otra de las piezas destacadas, conocida universalmente por su singularidad, cual es la sede o cátedra de la Priora doña Blanca.

Es una gozosa coincidencia que la sentencia lleve la misma fecha, dos años después, que la de recuperación por la Guardia Civil de las primeras piezas que volvieron a Sigena. Entonces el Museo no colaboró ni siquiera dando el favor de los servicios sanitarios a los técnicos aragoneses acompañantes. Ambas acciones, aquella vuelta y esta sentencia sirven para reafirmar el posicionamiento de que sabemos lo que queremos y queremos trabajar hasta conseguirlo.