Opinión
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  • DIARIO DEL ALTOARAGÓN

Un mayúsculo ejercicio de filibusterismo

Si el filibusterismo es una suerte de táctica de obstrucción parlamentaria, en el caso de los bienes eclesiásticos en litigio la actitud de la Generalitat y de todos los actores catalanes confluyentes bien podría adquirir tal calificación. También podríamos denominarla hipocresía. O desmemoria, básicamente por no apelar a un epíteto más grueso como es el de la desvergüenza. Pretender ahora un conflicto de jurisdicción en la dirección inversa a la que forzaron hace lustros, cuando todos los pronunciamientos de las instancias eclesiásticas otorgaban la razón a Aragón para desesperación leridana, no puede ser concebido sino como una falta de respeto a la inteligencia. Una voluntad dilatoria sin sentido alguno tras haber coincidido las sentencias civiles con las de la Curia, dejando cada vez menos espacio para la contumacia de la vecina comunidad.

De no ser porque no son más que planteamientos retóricos desprovistos de más contenido que una aviesa intencionalidad, encargaríamos a nuestro corresponsal Ángel Huguet, en la calidad de autoridad en la materia como observador y estudioso que es, una relación de los acontecimientos que han jalonado una historia con connotaciones indignantes, en la que la irresponsabilidad de unos dirigentes institucionales y de una sociedad civil impregnada de nacionalismo han puesto y siguen poniendo en riesgo una convivencia ejemplar de muchos siglos, fruto de unas relaciones que habrá que recomponer a fuerza de buena voluntad y, sobre todo, de respeto por la justicia y por la dignidad de las 43 parroquias que un mal día perdieron el disfrute de las 111 obras de arte que su esfuerzo permitieron crear un buen día. La balanza, por lo civil y lo vaticano, está unánimemente inclinada. No fuercen la tentación de la discordia.