Opinión
Por
  • JOSAN MONTULL

Menas

Desde hace un tiempo en nuestro país se está hablando cada vez más de los MENAS. Las menas son los menores extranjeros no acompañados, mayoritariamente varones, que han llegado hasta nosotros huyendo de la violencia, la miseria y el miedo que han vivido en su tierra. Hay decenas de miles en nuestro país y ciertamente no es fácil darles acogida, acompañamiento y futuro. Las diversas administraciones públicas están desbordadas por el número creciente de estos chavales que requieren muchos cuidados.

Por otra parte, cuando se demuestra que tienen 18 años y, por tanto, son mayores de edad, la Administración deja der tutorarlos y la calle suele ser el destino más frecuente.

Hay, además, una dificultad permanente en encontrar profesionales de la educación que quieran hacerse cargo de este colectivo tan vulnerable como difícil. Los educadores y educadoras se ven, con frecuencia, sobrepasados y sin recursos para afrontar las dificultades.

Los delitos cometidos por algunos de estos chicos han provocado un creciente rechazo social, alimentado por grupos políticos que utilizan lenguajes agresivos y xenófobos cuando se refieren a estas personas. El lanzamiento de una granada de mano al interior del patio de un Centro de Acogida ha disparado las alarmas.

Es ciertamente fácil caer en demagogias y populismos en este tema. No hay respuestas ni soluciones fáciles. Así que, frente a todo esto y sin pretender hilar fino, me hago las siguientes reflexiones: No hay que perder de vista que estos jóvenes son víctimas, personas que lo han perdido todo, incluso a sus seres queridos, sin patria, sin recursos, sin familia, sin nada…personas con una soledad despiadada, con heridas profundas en su infancia y, por tanto, emocionalmente muy frágiles.

La gran mayoría de estos jóvenes tienen un comportamiento correcto y cívico. Hacer alusión sólo a los delitos que cometen es estigmatizarlos tendenciosa e inhumanamente. Extender el discurso del odio lleva a la radicalización virulenta e injusta de algunos sectores sociales. Claro que hay que penalizar los delitos que puedan cometer…lo mismo que hay que castigar de la misma manera las acciones delictivas del resto de jóvenes nacionales.

Hay que agradecer a tantos educadores, educadoras y a tantas personas voluntarias el afecto, la dedicación y la entrega que tienen para con estos chavales, aun disponiendo de pocos recursos y supliendo con afecto lo que la Administración no les da. Son, por otra parte, muchos los colectivos que acogen a los menas cuando ya son mayores de edad y vuelven al desamparo de la calle. Esta acogida les pone a veces al borde de la ilegalidad a personas solidarias y buenas.

Y, finalmente, creo que hay que poner la mirada en otros menas, en los menores españoles no acompañados; en aquellos niños y niñas que no son amados, que tienen cosas pero no tienen afecto, que vagan de actividad en actividad de Tiempo Libre pero que no disfrutan del tiempo de su familia; de aquellos que son paseados por los juzgados, convertidos en arma arrojadiza de padres irresponsables, de aquellos que no tienen referencia de adultos responsables. Entre los nacidos en nuestro país, en familias aparentemente normales, están apareciendo muchos menores no acompañados, ni seguidos…ni queridos.

No sé cuál es la solución, es verdad. Lo que sí sé es que los menas son la punta del iceberg que muestra las consecuencias de un mundo que prefiere el dinero al amor. Sólo aportando recursos y afecto, podremos mirar a los ojos a estos chicos sin sonrojarnos por la verguenza.