Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Máxima tensión en una investidura atípica

UN MANTRA que recorre los platós de los opinadores es la supuesta decisión del electorado de una composición institucional y política como la que estamos padeciendo en estos momentos, que ha conducido ya a una primera sesión de la investidura con una virulencia verbal muy alejada de otros tiempos en los que el resultado de las urnas determinaba quién había de ser el gobernante y quién la oposición, sin apenas más condicionantes que los que exigían nacionalismos periféricos a los que se otorgaban concesiones relativamente asumibles.

La jornada parlamentaria de ayer fue tan excesiva que incluso el propio candidato y alguno de los oradores en la tribuna se permitieron invadir la escena del poder judicial, cuya independencia es uno de los grandes cimientos de un Estado de Derecho, para valorar o deslegitimar sus decisiones, y sobre todo para atribuirle un protagonismo en el conflicto catalán en el que no tuvo más remedio que entrar porque es su competencia determinar la aplicación de la ley cuando ésta se ha vulnerado, como es el caso del "procés". La situación de quien será futuro presidente del gobierno es tan delicada -e incluso desairada por el testigo de las hemerotecas- que habrá de jugar muy bien sus bazas para evitar el imperativo de ERC en la negociación -amenaza incluida de Rufián ayer- de una mesa de diálogo fuera de los cauces institucionales estrictos para solventar unas pretensiones inaceptables para nuestro ordenamiento constitucional.

En el mosaico de respaldos que tiene el señor Sánchez, el equilibrio será tan complejo que nos jugamos la unidad de España, pero también su vertebración con los criterios de igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos residan donde residan. Y ahí la oposición habrá de estar vigilante y constructiva.