Opinión
Por
  • VENANCIO RODRÍGUEZ SANZ

Eolo y el pico Pelopín

El domingo pasado llegamos a una hora inapropiada, la verdad: el dios Eolo y el pico Pelopín se iban a desposar esa mañana. Los padres de la novia, el macizo de Erata y la sierra de Tendeñera, nos decían: "no podíais haber escogido otro momento para incordiar, ¡eh!" Los padrinos, el pico Yesero y punta Erara, nos miraban con los ojos encendidos. Los invitados, el valle de Tena, valle de Ordesa y la sierra de Guara con sus respectivas descendencias, todos ellos vestidos para la ocasión, se sintieron incomodados y, silbando, miraban para otra parte haciéndose los desentendidos. Nada más vernos subir, Eolo soplaba a todo carrillo como diciendo: "¡ya están estos aquí fastidiando!". A medida que ascendíamos al pico Pelopín, el dios del viento se enfurecía más y más y nos increpaba y al hacerlo, nos arrojaba nieve a la cara. En esas ocasiones, nosotros le dábamos la espalda, pero me temo que esto le enfurecía aún más... El paisaje era impresionante: la senda estaba primorosamente adornada con copos de nieve cada uno en su lugar. Los árboles y rocas de punta en blanco. Delicadamente, al sol lo habían colgado allá arriba. Y algunas nubes pululaban de aquí para allá al por menor. Pero, al llegar al collado, era tal el furor de Eolo, que la nieve se congeló y, pidiendo disculpas a los contrayentes, nos tuvimos que volver pues había peligro de deslizamientos. Así que acabamos la juerga comiendo en el restaurante "Mi casa" de Sabiñánigo (Huesca).