Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Brutal Feria de la Candelera

Quiso doña Germana de Foix que Barbastro disfrutara de una feria el 2 de febrero, la de la Candelera, según determinó mediante documento real en septiembre de 1512, para que al año venidero tomara forma. Más de medio siglo después, en concreto 508 anales, la del Vero se alzó como una "ciudad-recinto" en una exhibición brutal, entendido el calificativo en su acepción de muy grande y eliminando, obviamente, cualquier atribución peyorativa que hubiera contrastado con lo que ayer vivieron los barbastrenses, los aragoneses y muchísimos visitantes desde distintos orígenes que asistieron admirados ante la exhibición de un destino que se reivindicó en todos sus aspectos: el comercial, el turístico, el productivo, el organizativo y, ante todo, el social. Sólo desde una gran conjunción de esfuerzos y de voluntades de toda la ciudadanía, vertebrada por un consistorio que tiene la cultura ferial "en vena", se comprende el fluido disfrute de decenas y decenas de miles de personas durante unas horas que alumbraron Barbastro con una magia muy especial: la que brota de la decisión de los seres humanos de encontrarse para crear no sólo un halo, sino un enorme ágora en el que intercambiar productos, servicios, experiencias, comunicación y desarrollo.

En la era de la indispensable digitalización, nada hay más permanentemente innovador que la capacidad de concitar la presencia del ser social de la humanidad frente a las irreflexivas querencias aislantes. Esas imágenes, repetidas de sol a sol en un día intenso, alegre y fructífero, son la mejor promoción para la marca de una ciudad y del territorio que lidera. La expresión más óptima de la excelencia de Barbastro, iluminada por la candelaria de su identidad que la hace reconocible ante el mundo.