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  • Diario del Altoaragón

El único egoísmo aceptable

Escribió don Jacinto Benavente que el único egoísmo aceptable es el de procurar que estén todos bien para estar uno mejor. Esto es, la conveniencia de expandir el bienestar como justificación y seguridad para el mantenimiento del estatus propio, en un interés que al final resulte fructífero para todos, por más que no alcance la equiparación justa.

El relator de Naciones Unidas para la extrema pobreza, Philip Alston, ha indicado que existen dos Españas muy distintas, no las enfrentadas por razón de polarización ideológica sino por la diferencia entre quienes apuran todos sus escasos recursos para sobrevivir y aquellos que disponen de una realidad mucho más confortable. La apertura de nuevas brechas en la disponibilidad de oportunidades constituye una de las grandes inquietudes para la justicia y también para la concordia. Y sucede en todos los ámbitos. En el exterior, Occidente no debe perder de vista la conveniencia de que los países menos favorecidos avancen en sus circunstancias vitales para coadyuvar al desarrollo global y, además, cerrar la puerta a querencias de carácter violento. En el interno, resulta dramática la constatación de que las nuevas generaciones van a tener menos poder adquisitivo que las que ya se acercan hacia ese umbral que es el de la jubilación, con la incertidumbre añadida en torno a las pensiones. Y se suma, según señala Alston, la gran distancia entre los poderosos y los humildes, una quiebra que no puede conllevar sino crispación y reclamación legítima. Significa que el sistema ha de reconducirse para recortar esas desigualdades y para procurar una dignidad vital a través de derechos como el del trabajo o la vivienda. Los que preconiza la Constitución pero son inalcanzables por la fuerza de la limitación de recursos. Hay que armonizar los egoísmos.

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