Opinión
Por
  • MODESTO ARJONA ORTIZ

Petón

Hace diez años, Huesca era una ciudad provinciana de la decimonónica España y nada alteraba su rutinario devenir. Una ciudad funcionarial, reacia a salir de su zona de confort, sin grandes aspiraciones, ignorada a nivel nacional y siempre con gente abierta, amable, acogedora y solidaria en la plaza de Zaragoza. Con su Coso Alto, su Coso Bajo, sus Completas, su Tota Pulchra, su concurso de pollo al chilindrón, su abrir las tiendas a las diez, su chocolate con churros y su alcalde de playmobil.

Pero hete aquí que un grupo de personas, amantes del fútbol y oscenses de corazón, empezaron a trabajar con ilusión y mucho sentido común apostando firmemente por un proyecto que sacase a la ciudad del letargo y el anonimato. El ascenso a Segunda División A en 2008 supuso el pistoletazo de salida y el punto álgido fue el ascenso a la máxima categoría la pasada temporada. Diez años de esfuerzo y buena gestión que han puesto a la ciudad en el mapa y han generado una ola de ilusión por toda la provincia ya que el proyecto trasciende a la ciudad. Y si bien es cierto que en el último año se han producido hechos preocupantes que han puesto sobre la mesa ludopatías personales o errores que en todo caso será la justicia quien deba aclarar, lo incuestionable es que el gran trabajo de mucha gente durante mucho tiempo ha dado sus frutos y en la actualidad Huesca ocupa su lugar en la agenda deportiva semanal a nivel nacional, lo que se traduce en un flujo de visitantes que, especialmente el sector servicios, debe saber aprovechar. Es otro debate si lo está haciendo.

Y creo que todo ese gran trabajo que tantas personas han hecho y siguen haciendo, en gran medida se debe a alguien a quien la ciudad de Huesca tendría que manifestar un merecido reconocimiento. Bien sabe él que para dirigir determinadas obras, es el caso y Mozart aparte, el director no necesita batuta, pues con saber que está ahí, la orquesta recuerda la partitura. En este país, de tendencia cainita y al reconocimiento post mortem, hay que empezar por agradecer, en vida, el trabajo de las personas que se dedican a defender y promocionar la tierra que aman.

Al margen de otras consideraciones más dadas al disenso, esta carta se escribe al dictado del corazón de un oscense agradecido.