Opinión
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  • Diario del Altoaragón

El motor de las ventas de coches se gripa

Uno de los motores de la economía, la venta de vehículos, se está gripando después de diecisiete meses consecutivos de descansos de las matriculaciones en el canal de particulares, el que define el consumo, mientras el de empresas registró en agosto su primera caída desde agosto pasado. Estadísticas, en todo caso, condicionadas también por las automatriculaciones que las compañías del sector realizan para el cumplimiento de objetivos que penaliza las comisiones y, con ellas, los márgenes. Un 6,8 % en los dos primeros meses sobre un mal ejercicio como el de 2019, que en el caso de la provincia de Huesca se eleva en febrero hasta el 14,3, es una mala evolución que obedece a factores intrínsecos del sector (el desplome del diésel es tan elevado como insuficiente la serie de estímulos al eléctrico) y otros que envuelven toda la economía, tanto de carácter estructural como coyuntural (el coronavirus ha auspiciado una disminución en todo el mundo dentro del pánico en el que ha sumergido otros indicadores).

La trascendencia del sector del automóvil demanda un repensamiento en el que ha de imperar la racionalidad y el interés general, dejando a un lado los dogmatismos visionarios que apenas conducen sino a un debilitamiento de las estructuras empresariales por el derrumbe de la confianza y con ella del consumo. En la trayectoria reciente en las ventas, han tenido un peso sustantivo amenazas como las que ha sufrido el segmento de los coches de gasóil y las carencias de incentivos para la adquisición, que en gran medida se han concentrado en la potenciación de una parte, la eléctrica, que por cuestiones tecnológicas e ingenieriles no está madura como para compensar las reducciones de los propulsados por carburantes convencionales. La transición ha de ser progresión, no cedazo.