Opinión
Por
  • JAVIER SÁNCHEZ BLASCO

Adiós a un buen hombre, mi padre

Este viernes el cementerio de Huesca se nos quedó pequeño para despedir a mi padre, Basilio. Y digo pequeño, porque aunque ahora solo se permita, por seguridad, la asistencia de tres familiares a los funerales, pudimos sentir muy de cerca, aún a pesar de la distancia, el cariño y apoyo de todos cuantos le querían, de todos cuantos nos quieren, y que nos lo hicieron llegar de una forma u otra, a través de sus llamadas y mensajes, que en estos días consiguen que los abrazos tomen forma, viajen a través del tiempo y la distancia y lleguen a nosotros para hacernos sentir arropados y acompañados.

Porque así es como nos sentimos en esos momentos de aparente soledad, abrazados por todos nuestros familiares, amigos y compañeros de DIARIO DEL ALTOARAGÓN, a quienes queremos enviar desde aquí todo nuestro agradecimiento y el orgullo, la suerte y el privilegio que supone teneros y sentiros siempre tan cerca, aún en estas circunstancias. Nuestro especial agradecimiento también al personal del hospital San Jorge de Huesca, que lo atendió y estuvo con él, siempre a su lado en esta difícil situación, como lo están también ahora con otras muchas personas.

Nos queda el recuerdo y el ejemplo de mi padre, Basilio, para quien cobra todo el sentido y significado la tan gastada, en ocasiones, frase de los sepelios de "qué bueno era", porque era un hombre esencialmente bueno, humilde, servicial, siempre dispuesto a ayudar con la mejor disposición y sonrisa a todo el que lo necesitara. Amaba esta tierra, Huesca y sus montañas, tanto como la suya propia, Salamanca y en especial Biescas y su ermita de Santa Elena, su escondida gruta y el agua siempre fresca de su fuente.

Vivió también con orgullo y voluntad de servicio su labor en la Guardia Civil y su afición por la pintura y el dibujo, que se plasmó en su pasión por la heráldica y la Edad Media. También fue un hombre de una profunda fe, que la devoción por Nuestro Padre Jesús el Nazareno de Huesca teñía del morado de su túnica cada Semana Santa.

Por eso, os pedimos que tengáis un recuerdo para él cada vez que paséis por Santa Elena o escuchéis una jota -que siempre le emocionaban- o paseéis por Salamanca y su Plaza Mayor o veáis salir al Nazareno por las calles de Huesca. En esos momentos tened por seguro de que estará con todos nosotros, acompañándonos, cuidándonos y queriéndonos como hizo todos los días de su vida. Hasta siempre.