Opinión
Por
  • JOAQUÍN ABÓS

Un París distinto, de la exposición de Da Vinci a Notre Dame

El pasado mes de noviembre pasé tres días en París. Visité la que decían era la mejor exposición hecha de la obra de Leonardo Da Vinci en el 500 aniversario de su muerte. No fue una visita feliz por varias razones. La primera, la situación de la ciudad. He ido muchas veces. La primera en junio del 62 en viaje de estudios de Preuniversitario de los PP. Agustinos de Zaragoza. En 79-80 pasé temporadas en la Banque Rotchild (donde trabajó 2008-12 el presidente Macron), cuando como director del Área Internacional de la CAZAR (hoy Ibercaja) llegamos a un acuerdo de ayuda para su implementación. Luego, como turista y directivo de otras entidades financieras, visitando bancos, Notre Dame y el Louvre. Pero ahora había un tráfico desbocado. Cruzando dos veces pasos de peatones con semáforo verde, casi fui atropellado por un coche y un camión. Y en calles céntricas, cerca del Louvre. ¡Qué diferencia con Londres! Daba pena ver mendigos durmiendo en la calle. Y las manifestaciones: médicos del sistema público de salud, estudiantes, etc. Y eso que no estuve el fin de semana por los chalecos amarillos.

La segunda la exposición. Me defraudó. Saqué por internet la entrada 15 días antes para las 3 de la tarde. Entré por la calle Rivoli. Era en el sótano. Estaba abarrotada. Casi no se podía andar. Muchos con sus móviles tapando los cuadros. El título era: Leonard de Vinci. No respetaron su nombre original. Sabemos que murió en Amboise, Francia, el 2-5-1519. Pero eso era demasiado chauvinismo. Obras tituladas solo en francés como los catálogos. Ni en inglés. Claro, el patrono de la expo era el presidente Macron. El principal patrocinador era el Bank of América. Sorprende que admitiera eso. La exposición duró solo 4 meses (24 octubre- 24 febrero). Si era tan especial y costó 10 años reunir las 120 obras ¿no podía haber durado 6 u 8 meses y así evitar la aglomeración? Me pareció una falta de visión y management.

Al día siguiente, anduve por la ciudad con mis recuerdos. La primera visita fue a Notre Dame. No creía lo que veía. Es la tercera razón. Vinieron a mi memoria las imágenes del pasado 15 de abril, cuando todas las televisiones daban en directo el incendio y posterior caída de la aguja central y del tejado. Vimos esa noche las caras asombradas y tristes de los parisinos en la explanada de enfrente. Algunos llorando. Como lo hizo Ken Follet, el escritor inglés desde su casa en Hertfordshire, Inglaterra, autor de "The pillars of the earth", experto en historia y significado de las catedrales. Y es que tras comprar el catálogo de la expo en francés, busqué en librerías si lo había en inglés. Y en la calle Rivoli, una librería inglesa vendía "The complete works of Leonardo Da Vinci", libro más grande y completo que el catálogo. Y vi un librito de Ken Follet titulado: Notre Dame. Sólo 62 páginas, escritas con el corazón, recordando esas horas ante la televisión y sus visitas a Notre Dame.

Algo de historia. En 1163 la catedral, románica, era pequeña para un Paris que crecía. El obispo Maurice de Sully la derribó para reconstruirla con el naciente gótico. La cercana abadía de Saint Denis, tumba de los reyes de Francia, fue el ejemplo. En tiempos de violencia, hambre y plagas, construyendo a prueba y error, las catedrales tardaban muchos años en levantarse. En la primera piedra estuvo el Papa Alejandro III. La construcción empezó por el este, el coro. Se pudo decir misa y continuar construyendo. Levantaron las paredes con ventanas rosas-diseño del maestro albañil Jean de Chelles- , el techo de roble y los arbotantes, al principio de 1240. Las dos torres en 1250. Y una aguja, que se desmontó-porque se caía- alrededor de 1790. Se acabó sobre 1260. El Obispo Sully no lo vio. Murió en 1196. La catedral se hizo famosa. En 1831 Víctor Hugo escribió Notre Dame con el personaje Qualsimodo, conocida por todo el mundo. Enfadado por su maltrato en la revolución- dañando estatuas, usada como granero, fundiendo campanas para cañones, etc.- cantaba su belleza que atrajo turistas y peregrinos que la vieron casi arruinada. En 1844 encargaron a Violle-le-Duc reconstruirla. Hizo la aguja central de madera y plomo y altura de 93 metros, como la catedral de Orleáns. Y el 26 de agosto de 1944 el General de Gaulle a las 4,30 pm. asistió al Te Deum de acción de gracias por el fin de la guerra, autoproclamándose vencedor. Ni pidió permiso al Cardenal Suhard. Ese mismo día, el General Alfred Jodl desde Alemania habló con el General Hans Spidl en Margival, Alta Francia, repitiendo la orden de Hitler: un masivo bombardeo con V-1 sobre Paris esa noche. Orden no cumplida. Una semana después la Gestapo le arrestó.

Y en marzo de 1989 Ken Follet acabó "The pillars of the earth". Explica que la construcción de una catedral beneficiaba a toda la comunidad. Macron dijo que en 5 años estaría reconstruida (está a favor de algo nuevo–algo peligroso-). No ha comenzado. No saben si poner las vigas del techo de madera o de cemento armado, como se reconstruyó la Catedral de Reims tras la 1ª Guerra mundial. Sorprende que siendo propiedad del estado, exista una asociación privada de amigos de Notre Dame, que recibía visitas sobre todo de norteamericanos, mostrando los daños en los arbotantes y que viajaron a Nueva York para colectar hasta 120 millones de dólares para su restauración. Qué falta de consistencia entre Iglesia y Estado, responsable de su mantenimiento. Y según los medios internacionales, la tragedia empezó por un descuido –una chispa-en las obras de mantenimiento. Lo que no sabe Ken Follet es que los 12 de octubre Stephan Urbaín, sacristán mayor, nieto de un exiliado español natural de Huesca, nacido cerca de Tarbes, sacaba una Virgen del Pilar del Siglo XIV con un manto de la guardia civil y celebraban misa por la Guardia Civil, España y Aragón. El salvó esa imagen del incendio. Con esta frase acaba su librito Ken Follet: cuando una catedral arde, lloramos. Todos lo hicimos. ¿Lo hizo usted, querido lector?

JOAQUÍN ABÓS

International Banking & Business Advisor