Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La protección en escalas sucesivas

En plena búsqueda de la salida de la pandemia, una necesidad brota en la realidad y se va a apoderar de los tiempos presentes y futuros de nuestro país y, seguramente, del mundo. Es la protección, que va a caminar por distintos estadios y en diferentes escalas. En la inmediata, la que pretende resguardar a la ciudadanía, a los profesionales y a los enfermos frente al feroz ataque del virus. En el corto plazo, solapada entre la emergencia sanitaria y la afección económica, a los individuos y los colectivos más vulnerables, aquellos que todo Estado de Derecho ha de amparar para que, en una expresión muy generalizada entre los grandes estadistas y los gobernantes de todo tipo, nadie se quede atrás.

Y existe un tercer plano que está preparado en la rampa de salida, y es el empresarial, que toda sociedad moderna y madura debe concebir como una herramienta principal e imprescindible para el progreso social. Conceptuarlo con teorías arcaicas constituye una de las más obtusas prácticas que sólo puede obedecer al simplismo doctrinal. O una suerte de resignación, que es el principal escollo para la autoprotección y el avance de toda comunidad. El plan de recuperación de Aragón ha de ser capaz de articular armónicamente la seguridad de las personas y de las pequeñas empresas y los autónomos (sin obviar que la actividad de las grandes es fructífera para todos). Y de ahí que haya de valorar esa alternativa que, inspirada en el Nobel noruego Finn Kydland, persigue preservar el valor de los recursos humanos, de su talento y de su capacidad resiliente, a través de los mecanismos que favorezcan la cadena de valor que hace concurrir lo mismo una minúscula estructura que una gran plantilla, porque en su armonía estará el éxito del bienestar y del interés general.