Opinión
Por
  • JULIA NAVARRO

Entre la náusea y el hombre rebelde

Entre la náusea y el hombre rebelde
Entre la náusea y el hombre rebelde

Es lo que tiene el confinamiento que te da tiempo a releer libros perdidos en la biblioteca y así es como me he reencontrado con La Náusea en este mes de abril, cuarenta años después de la muerte de Jean Paul Sartre. Pero no es de este libro de lo que voy a escribir sino que al reencontrar el libro de Sartre inmediatamente me he topado con Albert Camus su gran antagonista.

Precisamente estos días, a cuenta del coronavirus, se ha vuelto a recordar "La Peste" quizá uno de los libros más impactantes de Camus, aunque yo prefiero "El hombre rebelde".

El caso es que ambos fueron buenos amigos y convencidos comunistas hasta que Camus se negó a dejar de ver la realidad, es decir que la Unión Soviética no era el "paraíso" sino una dictadura feroz donde se confinaban a los disidentes del régimen. El terrible GULAG.

Sartre intentaba escaparse de esa polémica, no quería asumir esa realidad puesto que pensaba que ese debate quitaba el foco de la explotación capitalista. Camus por su parte militaba en la búsqueda de la verdad. Y la verdad para Albert Camus no era ni de derechas ni izquierdas, las cosas eran lo que eran, son lo que son y por tanto denunció la dictadura soviética que le convirtió en un paria dentro de la izquierda.

No puedo dejar de pensar en esta polémica entre los dos grandísimos filósofos, porque es una polémica en la que buena parte de la izquierda optó por Sartre, y me temo que sigue siendo así.

Es mejor, piensan algunos, aparcar la verdad, no hablar de ella, puesto que poner la verdad a la vista puede suponer favorecer a la derecha. Es lo que hoy en día defienden con entusiasmo algunos tertulianos en distintos medios de comunicación. Criticar al Gobierno, señalar sus errores en voz alta es hacer el juego a la derecha, alimentar a VOX.

Les diré que me rebelo ante esta premisa entre otras cosas porque creo que dejar que un Gobierno haga y deshaga a su antojo, renunciando a la crítica, es tanto como hacer una cesión de nuestros derechos democráticos. Además ¿qué clase de sociedad es la que no puede afrontar la realidad por el temor de que eso favorezca o deje de favorecer a una opción política?

Es una realidad que el Gobierno se equivocó no enfrentándose mucho antes al coronavirus, sobre todo porque se ha publicado que días antes el Centro de Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades, del que forma parte Fernando Simon, había desaconsejado los actos públicos multitudinarios. Es decir el Gobierno tomó una decisión realmente temeraria. Y sí, fue un grave error que no se postergase la manifestación del 8 de marzo y junto a ella el resto de actividades multitudinarias, ya fueran partidos de fútbol, actos partidarios como el de VOX, etc, etc. Pero es que además don Fernando Simón días antes solía salir en la tele diciendo que estuviéramos tranquilos, que aquí él maldito coronavirus no iba a tener demasiada incidencia.

El Gobierno se escuda diciendo que actuaron siguiendo las recomendaciones del Comité Científico que les asesora, a mí me gustaría saber por qué no les han despedido a todos, porque si es verdad que ese comité aseguraba al Gobierno que estuviera tranquilo, es obvio que no se puede confiar ni en su ciencia ni en su criterio.

Pero hay más. Precisamente la falta de previsión hizo que los hospitales no estuvieran preparados para afrontar la pandemia y que miles de personas no hayan podido ser tratadas correctamente. A los mayores con alguna enfermedad se les segregaba en el triaje, es decir, nadie luchaba por su vida porque no había ni personal ni medios para hacerlo. Y hay que agradecer a la UME y a la valentía de la ministra de Defensa que nos mostraron la situación kafkiana en las residencias de mayores.

A esto podemos añadir los miles de personas que han pasado, y continúan pasando, la enfermedad en sus casas. O que a los familiares de los enfermos no se les hiciera de inmediato un test para saber si estaban contagiados. Claro que pese a decir el Gobierno que se estaban haciendo miles de test la realidad ha sido y es muy distinta. Ni siquiera la totalidad del personal sanitario ha podido acceder a los test. A esto hay que añadir el fiasco en la gestión de la compra de mascarillas y test defectuosos y a la desesperación de muchas personas llamando a los teléfono para informar de que tenían, tienen, síntomas del coronavirus y no obtener respuesta porque los servicios de atención están saturados y no dan abasto. La gente que se ha quedado en casa disciplinadamente con los síntomas de la enfermedad y cuando ha ido al hospital ya ha sido en una situación extrema. Los familiares de los fallecidos que en ocasiones han tardado días en saber dónde habían llevado sus cuerpos. Etc, etc, etc.

No, el Gobierno no ha gestionado bien esta terrible situación de pandemia. No digo que sea fácil hacerlo pero eso no quita a que se puedan señalar los errores. Y lo sorprendente es que hay analistas, tertulianos y demás familia, que anatemizan a quienes se atreven a cuestionar la gestión del Gobierno. Dicen que el que lo hace es de derechas o está haciendo el juego a la derecha.

Pero la verdad es la verdad, y no se puede dejar de señalarla por si acaso perjudica a la opción política que votas.

El sectarismo obnubila la ética. De eso iba aquel enfrentamiento que mantuvieron con tanta virulencia dos de los grandes filósofos del siglo XX, Jean Paul Sartre y Albert Camus. Yo me quedo con la posición de Camus.