Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La cincuentena que releva a la cuarentena

En la llegada a la cincuentena, los españoles empezamos a abrazar tímidamente y con temor un atisbo de normalidad con los paseos y con el comienzo de las fases que deben conducirnos a una convivencia cuya cotidianidad tardará en asemejarse a la que disfrutábamos entre abrazos, besos y roces apenas dos meses atrás. Quizás nos sorprendamos también porque lo que debió ser noticia en los orígenes de esta pandemia hoy aparece como buena nueva, léase el caso del reparto de mascarillas que debió ser rutina hace mucho tiempo y del que difícilmente nadie puede sacar pecho, como tampoco han de hacerlo por los test o cualquier tipo de prueba cuya inexistencia ha causado dolor y ante la que, más que paños calientes, cabe interponer disculpas.

Tal y como demostró unánime y virtuosamente el ayuntamiento de Huesca entre otros concejos de nuestra provincia, la sensibilidad nos debe guiar por el camino de la memoria que debemos a todos los fallecidos por este virus precisamente cuando sentimos el alivio, razonable aunque obligadamente prudente, por la caída de las estadísticas siete semanas después de que nos encerráramos en nuestras casas en una exhibición de responsabilidad tal que renunciamos, por salud pública y prudencia, al ejercicio ineludible de nuestras libertades. La cincuentena debe ser el banderazo de salida para una reconquista sensata de los espacios y también del bienestar, de la consciencia de que a la tragedia de las pérdidas humanas se va a suceder el drama de una coyuntura económica que va a poner a prueba nuestra capacidad como pueblo, incluso más que como Estado, que ha de favorecer frente a cualquier tentación interventora la iniciativa que ha sido, en la sucesión de las épocas, la gran fortaleza de un país impresionante, duro y sensible.