Opinión
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  • Diario del Altoaragón

El efecto dominó

El Efecto Dominó representa un fenómeno por el que un acontecimiento origina otros similares que, a su vez, se convierten en una cadena que va acumulando las consecuencias de los movimientos de las fichas anteriores. Puede ocasionar incluso una sensación plástica espectacular cuando se circunscribe físicamente a las piezas blancas y negras que, en el juego de mesa, han de ser ordenadas para conseguir el triunfo final. El problema es cuando se rompe el enlace y se desmorona el edificio de objetos para quedar esparcidos en medio de una sensación caótica.

La sesión del Congreso deparó una acción de efecto dominó que, en su prehistoria particular, se remonta a aquella famosa expresión de antaño del presidente de que no podría dormir tranquilo gobernando con el hogaño vicepresidente, con los eslabones que, repentinamente, desembocaron en el bypass impactante de un acuerdo plasmado en un papel entre el PSOE y los abertzales de Bildu, todavía hoy reacios a la condena del terrorismo etarra y sus manifestaciones aledañas -y vivas-. En el puente, Podemos que, en ese voluntarismo inexacto, hemos calificado de constitucionalista cuando no sólo no lo ha sido -al menos en sus máximos líderes- sino que, además, tanto en Cataluña como en el País Vasco se ha mostrado propicio para la confluencia en ejecutivos con formaciones contrarias a la unidad de España e, incoherentemente, al principio de vertebración y solidaridad entre las regiones.

Más allá de la desmemoria que supone cualquier pacto con Bildu, las repercusiones cuando se trata además de la derogación de la reforma laboral se tornan inquietantes por la ruptura del diálogo social anunciada por CEOE. En la peor coyuntura. Este viaje no necesitaba tamañas alforjas ni destruir el ritmo del dominó que necesitamos armónico.

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