Opinión
Por
  • LUIS GARCÍA NÚÑEZ

Todo es beneficioso

Todo en esta vida es beneficioso. Hasta lo que al principio nos parece un engorro, una molestia, un desatino. Y ahora, acudimos a la manoseada frase, que en muchas ocasiones es definitoria: "Depende del color del cristal con que se mira". Esta viene a deshacer el supuesto entuerto de quien se siente señalado con el dedo, sin darse cuenta, el que señala con el dedo índice, que, al hacerlo, tiene tres dedos de su mano señalándole a él mismo, que podría traducirse como que existen tres motivos en el señalador, que darían lugar a sus tres asuntos que ocultar, advirtiéndole que mejor hubiera sido tener la boca cerrada, y la mano en el bolsillo. Recuérdese aquello "…y aquel que esté libre de cosas malas, que tire la primera piedra".

Viene todo esto al caso por un comentario de un "sabirondo" hace un par de meses, deambulando por el Coso, echando a los perros a los políticos de turno por no tener todo listo para cuando viniera un tal virus, llamado "Covid 19" .

O aquel que refunfuñaba cuando se realizaban obras en Paseo Ramón y Cajal de nuestra ciudad y las otras por ambos Cosos.

Esas, como tantas otras cosas que suponen una mejora. Pero aquel transeúnte hacia muecas de disconformidad de la obra, o por aquel que la hubiera ordenado. Y es que siempre hay quien está dispuesto a seguir como siempre, no dando paso a la necesidad sugerida por el paso de los tiempos.

De no ser así, aún veríamos pasar carros y carretas por dichas vías, y a aquel señor que iba con una cuba tirada por una burreta, rociando de agua de pozo las calles de esta Osca romana de antaño (los jóvenes de ahora no saben de qué estoy recordando), o el circular del "Trum-trum" (coche mortuorio de los pobres, tan negro como una pena). Vehículo que también era beneficioso. ¡Qué remedio! Aún recuerdo aquellos Cosos, con aquel adoquinado firme y reluciente, y que en tiempos de los pasos de Semana Santa , y en especial de la acción de los romanos con sus lanzas con terminaciones de hierro, que para mostrarnos su poderío, su empaque, su fuerza y vistosidad, atizaban con furia "visigoda", aunque eran romanos, contra el pacífico adoquinado, que mostrando su queja soltaban unas chispas que hacían las delicias, primero de los pequeños, y después de los mayores. Todo era beneficioso, pues servía de distracción a la chiquillería, absorta de aquellos "garrampazos", y recuerdos hoy, para sus acompañantes, que rememoraran esa misma escena.

Aun hoy en día, aunque encima del asfalto o similar, se recuerda aquella chispeante escena de los romanos, comentando a sus descendientes tan atractiva circunstancia vivida, cuando ellos aún no peinaban canas.