Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Concienciación aunque sea por egoísmo

La conversación manida durante estos días, por encima de los derbis futbolísticos y otras pasiones, consiste en afear las conductas de tantos y tantos grupos de ciudadanos que vulneran las obligaciones establecidas por la administración y las conveniencias que marca el sentido común. Podemos pensar, quizás, que estamos en una especie de delación oficiosa y social, que no llega a reclamar la intervención policial pero sí una suerte de condena de la comunidad. Como en la fábula de las alforjas, es muy probable que acusemos con más severidad a quienes incurren en defectos y seamos laxos con nuestras propias conductas inapropiadas. No es razonable generalizar la increpación, sí mucha pedagogía que comienza por un principio incontrovertible expresado inteligentemente por nuestro Nobel don Jacinto Benavente: el único egoísmo aceptable es el de procurar que todos estén bien para estar uno mejor. Como punto de partida, es inapelable. A partir de ahí, si queremos enriquecer nuestro yo, que no nuestro ego, nos convendría proyectarnos a través de la escucha de quienes saben, de la reflexión y de la convicción adquirida -ayuda mucho incidir en la educación permanente- de que el ser humano es mucho mejor en tono social que individual.

Un alto responsable de organizaciones profesionales exponía esta tesis: luchamos contra tres virus. Uno, el coronavirus. Dos, la dudosa calidad de nuestra clase dirigente en ese mezcladillo de la vieja casta y los nuevos amantes de la mediocridad incluso como estética. Tres, la autolimitación crítica de una gran parte de la ciudadanía más afecta a la comodidad que al raciocinio. "Con suerte, el único que podremos vencer será el primero", concluía el mensaje. Y, sin embargo, aunque parezca impopular proclamarlo, en los otros dos está el futuro y la integridad.