Opinión
Por
  • ANTONIO VALDÉS (ANGÜÉS)

Iglesia y coronavirus

Existe en España todavía un anticlericalismo muy radical hacia la Iglesia por su pasado en el régimen franquista y en la época del tribunal de la Inquisición. En la actualidad, esta institución ha cambiado, y mucho más con la entrada del Papa Francisco y sus ideas de renovación. Son muchas las cosas buenas que lleva a cabo y ha ayudado mucho. Cuando empezó la burbuja inmobiliaria, desde Cáritas atendieron las necesidades básicas de aquellos que se quedaron sin empleo, y no les faltó comida ni ropas gracias a la muy buena coordinación de esta institución. Quiero decir que el lobo que mata a las ovejas son las entidades financieras, los fondos buitre y todos esos avaros que se han aprovechado de la necesidad para quedarse con las viviendas de los seres humanos necesitados por cuatro chavos. Incluyo en esta especie depredadora a los gobiernos que no han hecho decretos leyes par que los españoles no se quedaran sin techo y encima con deudas.

La iglesia ha sido el perro mastín que ha intentado cuidar a sus ovejas del ataque del lobo. Con esta crisis del coronavirus, está abriendo sus puertas, poniéndose a disposición del gobierno y de los necesitados, haciendo lo que puede para que ningún español pase hambre y tenga ropa, incluso cobijo.

Ese odio hacia la iglesia se debe a una situación anterior y, por poner un ejemplo, yo no puedo pagar por el daño que pudieron hacer mis antepasados si soy una persona correcta y justa.

Desde aquí, invito a los que veis con malos ojos esta institución benéfica a acudir varios días a misa a escuchar esos sermones que ponen en evidencia que el mal de esta sociedad está en el consumismo. Todos queremos poseer bienes materiales, la gran mayoría prescindibles, por los que la gente se ha endeudado y no llega a fin de mes. El concepto de familia y amistad se ha quedado olvidado y somos todos presa del dios don dinero que nos va a llevar a la ruina. Sigamos las directrices de Dios del cielo para conseguir crear una sociedad humanizada y dejar atrás esta sociedad metalizada, por el bien de todos para no perder, por ese orgullo de aparentar ser ricos, la dignidad de vivir con las necesidades básicas cubiertas.

El sobreendeudamiento lleva consigo la picaresca de no pagar y de intentar arruinar a una familia por el egoísmo de vivir a lo grande. Si todos viviéramos con humildad de acuerdo con nuestras posibilidades, el mundo sería un jardín del Edén y no una sociedad maquiavélica sin corazón, donde hay víctimas creadas por esos verdugos con afán de hacerse asquerosamente ricos que no darían ni un vaso de agua a Dios del cielo si se lo pidiese. Somos eslabones de una cadena que no debemos romper.