Opinión
Por
  • ANTONIO LASHERAS

Lo impersonal y la violencia invaden nuestros pueblos

Son ya muchas las publicaciones de quienes podríamos denominar personas formadas, con espíritu crítico y con criterio propio, donde reflejan el sentido del titular: parece como si los vulgares, los mentirosos, se hayan dedicado a reivindicar lo vulgar e intentar imponerlo en la sociedad.

Es conocido que en todo grupo social, desde el pueblo a la ciudad, siempre hubo personas con criterio, elegantes en el hablar y en el estar, personas pausadas y prudentes que sabían asesorar y ayudar. Hoy, casi no existen.

Pues lo actual, lo definía hace poco el escritor JV Yago en esdiario: "El gregarismo ha proscrito la sofisticación, entendida como la disciplina, el autocontrol y la primacía de lo correcto y lo decoroso frente al abandono y la deshumanización. La multitud se animaliza y se chabacaniza. Crece la ordinariez y desaparece la elegancia. La grosería y el descaro se adueñan de las muchedumbres".

Pienso que mucho ha ayudado la telebasura y la "redesbasura" que parecen ser la única fuente de lectura de tantos y tantas. Y se hace norma el gregarismo, como ganado, con al menos la violencia verbal y el insulto. Se da sentido al "okupa" como movimiento social. La mentira se ve como algo institucional, el adefesio en el vestir como libertad, el hablar chusco y grosero como sentimiento natural. En definitiva, el no saber estar y el no saber ser.

Los años que se nos vienen deberían ayudar a muchos a volver a la lectura (también de la prensa diaria), a aprovechar el tiempo, al saber divertirse sin necesidad de la borrachera ni el botellón y a reconocer el valor del trabajo bien hecho, desde el funcionario de la ventanilla, pasando por el médico, hasta el carpintero y campesino.