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Escudo, pasión y oportunidad

Salimos a ganar, jugamos a vencer y a veces eso no puede ser. El Huesca es mi afición, está en mi corazón. El Huesca es mi escudo y mi pasión". Letra de la canción de Joaquín Carbonell dedicada a la Sociedad Deportiva Huesca, que ayer recuperaba el sueño por el que hace dos años nos restregábamos los ojos pero hoy es tan real que, en el efímero tránsito de entonces en la Primera División, nos convencimos de que la despedida no era sino un hasta luego con paréntesis tan indeterminado en su temporalidad como seguro en la confianza recuperada de los altoaragoneses.

El Huesca ha extendido los encantos de sus valores en un riego a manta prácticamente universal, desde Londres a Malta, desde Japón hasta Nueva York, recientemente en el puente aéreo en las ya constituidas peñas de Barcelona y de Madrid (orden cronológico para evitar susceptibilidades). Aglutinar voluntades más allá del territorio, sin límites, representa el mejor refrendo de una trayectoria que, precisamente por la humildad de tantas décadas de pisar el suelo con sus terrenos embarrados y abruptos, nos permite hoy paladear las proezas con el contraste que otorga valor al momento presente y, a la vez, añade a la conciencia la sabiduría para caminar paso a paso, ahuyentando cualquier tentación de soberbia pero exhibiendo un orgullo ganado a pulso.

El Huesca es pasión y escudo de Aragón, pero a su vez representa una oportunidad para proyectar la mágica identidad de una provincia acogedora, fascinante con sus encantos y, en esta tesitura particular, necesitada de que los seguidores de todo el fútbol de élite de España y del mundo vengan a conocer cuál es la atmósfera propicia para propiciar "milagros" de tal calado. Esta temporada, más que hace dos pero menos que la próxima, el Huesca engrandecerá Huesca.

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