Opinión
Por
  • ÁNGEL SÁNCHEZ LÓPEZ

Día sin coche

Una verdaderamente interesante iniciativa surgida allá en la década de los noventa y divulgada inmediatamente por el resto del mundo, fue la de celebrar cada 22 de septiembre como Día Sin Coche, indudablemente.

Semejante propuesta perseguía ya desde su mismo inicio, en efecto, el poder desactivar el uso generalizado y desmesurado que se hacía por aquel entonces ya del automóvil -al menos durante un solo día del calendario- y que tanto acababa perjudicando al medio ambiente.

Porque, está fehacientemente demostrado que la saturación automovilística que perdura en la actualidad, emite gases de efecto invernadero muy dañinos para la naturaleza y sistema respiratorio humano, provocando no sólo que el mercurio aumente en todo el planeta considerablemente sino -al mismo tiempo- acelerando el tan temido cambio climático.

Y es que, pese a que el uso del vehículo supone una indudable confortabilidad, es también seria amenaza a nuestra salud y a la ciudad sostenible, debiendo ser nuestras autoridades muy estrictas respecto a las normas de calidad del aire y consumo de combustible, así como fomentar la utilización del sinfín de opciones ofrecidas por el transporte público, piedra angular de la movilidad de las grandes ciudades, principalmente.